Pensar colectivamente es la regla general. Pensar individualmente es la excepción.
El hombre que pretende obrar guiado solo por la razón esta condenado a obrar muy raramente.
Las ideas envejecen más deprisa que los hombres.
La mayor parte de nuestras opiniones son creadas por las palabras y las formulas, mucho más que por la razón.
Cuando se exagera un sentimiento, desaparece la capacidad de razonar.
Las voluntades débiles se traducen en discursos; las fuertes, en actos.
Retroceder ante el peligro da por resultado cierto aumentarlo.
Cuando el error se hace colectivo adquiere la fuerza de una verdad.
El error es a veces más generador de acción que la verdad.
Se encuentran muchos hombres que hablan de libertad, pero muy pocos cuya vida no se haya consagrado, principalmente, a forjar cadenas.
Para progresar no basta actuar, hay que saber en que sentido actuar.
Gobernar es pactar; pactar no es ceder.
Las ideas envejecen más pronto que las palabras.
Ya se trate de ciencia o historia, es preciso desconfiar de la ignorancia que se encierra bajo el término «fatalidad».
Los pueblos viven sobre todo de esperanzas. Sus revoluciones tiene por objeto sustituir con esperanzas nuevas las antiguas que perdieron su fuerza.
En las arengas destinadas a persuadir una colectividad se pueden invocar razones, pero antes hay que hacer vibrar sentimientos.
La libertad no es con frecuencia para el hombre sino la capacidad de escoger su servidumbre
Uno de los hábitos más peligrosos de los hombres políticos mediocres es prometer lo que saben que no pueden cumplir
La audacia sin juicio es peligrosa, y el juicio sin audacia, inútil
El orador que desee conmover a una muchedumbre debe emplear afirmaciones violentas, expresadas en términos abusivos. Su método consiste en exagerar, repetir, eludir toda tentativa por presentar prue...