El argumento o razón de analogía es la base en que descansa el sentido común.
Hasta los sentimientos buenos, si se exaltan en demasía, son capaces de conducirnos a errores deplorables.
El corazón necesita amar. Celestial o terreno, ha de amar algún objeto, y es vano luchar contra esta ley.
Ciertos hombres tienen el talento de ver mucho en todo. Pero les cabe la desgracia de ver todo lo que no hay, y nada de lo que hay.
Terrible es el error cuando usurpa el nombre de la ciencia.
El pueblo comprende más pronto el lenguaje de las pasiones que el de la razón.
Se ha de leer mucho, pero no muchos libros; ésta es una regla excelente.
Un hombre con pereza es un reloj sin cuerda.
Sin orden no hay obediencia a las leyes, y sin obediencia a las leyes no hay libertad, porque la verdadera libertad consiste en ser esclavo de la ley.
El pensar es un misterio; el hablar es un misterio; el hombre, un abismo
Los hombres grandes son sencillos, los mediocres ampulosos.
El pensar bien no le interesa solamente a los filósofos, sino a las personas más sencillas.
Hay medios que nos conducen al conocimiento de la verdad, y obstáculos que nos impiden llegar a él; enseñar a emplear los primeros y a remover los segundos es el objeto del arte de pensar bien.
El pensamiento bien consiste o en conocer la verdad o en dirigir al entendimiento por el camino que conduce a ella.
Hay en el espíritu humano muchas fuerzas que permanecen latentes hasta que la ocasión las despierta y aviva
Las cosas bellas son perecederas y los bellos tiempos son efímeros
Conocemos más los libros que las cosas, y el ser sabio consiste en saber cosas y no libros.
Juzgamos a las cosas de la vida no por sí mismas, sino por lo que nos afectan...
La franqueza tiene sus límites, allende los cuales pasa a ser necedad
En la lectura deben cuidarse dos cosas: escoger bien los libros y leerlos bien. Nunca deben leerse libros que extravíen el entendimiento o corrompan el corazón