La ausencia de las hermanas Gómez me dio duro, las extrañé más de lo normal, eso causó en mí un dolor difícil de superar.
El beso estremeció su piel.
Caminaba por un sendero solitario en una noche sin estrellas
Sus corazones enamorados palpitan al ritmo de la brisa, al ritmo del minuto, que aún, no ha terminado.
El silencio tiene mucho que decir, el blanco de esta página es silencio, ni siquiera tengo que decir, ni escribir.
toca sus corazones, la piel empieza a transpirar a desear.
Estando allí, me encaminé hasta donde una vendedora de ollas de barro, sentada en el piso y rodeada de sus objetos en arcilla cocida.