El mundo imaginario que brota de mi alma perniciosa es solo comparable al altar de un recinto sagrado.
Creo que el odio, al igual que el amor, brota de una fuente mucho más profunda que el interés práctico o la conciencia moral. Yo no sabía odiar de verdad hasta que descubrí el instinto sexual.
Nosotros los orientales a encontrar la belleza no solo en la cosa en sí, sino en el patrón de las sombras, la luz y la oscuridad que eso ofrece.
Era mortificante pensar que otro hombre había descubierto ese exótico aspecto de su belleza que a mí se me había pasado por alto. Supongo que los maridos no son tan observadores, porque miran a su...