Amo tu boca, floración de otoño, que mece en mi jardín de primavera su veleidosa tentación de llama.
Mis ojos buscan tus pupilas hondas, mis manos la caricia de tus dedos.
Cuando regreses no hallarás siquiera vestigios del pasado. En el parque los cisnes se murieron y en mi boca tus besos se borraron.
Que tu vida baje hasta mi vida bajo la muda encarnación de un beso.
Amo el dolor porque el dolor es cumbre, amo la vida que la vida es lumbre si se perfila en páginas de fuego.
Verás mi cuerpo convertirse en cuna para que el hijo de tus sueños nazca.
Las esmeraldas de mis ojos tristes aguardan tus pupilas de bohemio, y mis manos germinan las caricias que brotan al contacto de tus dedos.
¡Por ese niño de cabellos claros, esta copa de olvido alegre bebo!.
Entre mis labios trémulos se enciende la loca llamarada de mis besos.
Porque tú eres la espuma de ese río que nace en tus llanuras de verano y muere en mis crepúsculos de frío.
Torciendo mi camino avanzo al horizonte de platino, desnuda hasta del propio pensamiento.
Ese beso que a tiempo me pediste temblando esta noche en mis labios es granada en sazón.
Que los besos hagan temblar la noche perfumada.
Deja que en el hondor de los minutos, se asfixien las palabras y arda solo el deseo.