El dolor, la amargura, las sombras el aliento en huida, la muerte luego la luz que de repente vino y tú fuiste marcando sus aristas celestes ante el asombro alegre de mis ojos.
Con amor te desnudo. Quedas como mi carne. Como mi corazón y sus latidos.
En el momento en que veo a un ser humano que sufre porque no es tratado con la debida justicia y creo un poema, en aquel momento me conmueve el hombre por sí mismo, al margen de cualquier sentimiento...
Tener una guitarra con cuerdas de latidos, entregados.
A menudo, igual que los pequeños ante una tienda de juguetería, pego la cara a las brillantes lunas donde se venden las palabras bellas.
Me siento vagabunda de las letras. Quiero comer mi pan con el mendigo. Beber vino de todos. Tomar el sol tendida sobre la hierba húmeda.
Y de nuevo voy cogiendo brazados de palabras entre la hierba fresca y bajo el cielo.
A veces pienso que es una lástima que la poesía social sea la más atacada (bueno, la única atacada), ya que encierra grandes valores humanos además de los poéticos.
Los ciegos pueden al tacto comprobar lo amado, mi corazón es todo tacto para tu presencia.