Mi matrimonio con mi marido, Bart Conner en 1996 es mi momento de mayor orgullo personal.
Mis padres eran muy cariñosos, pero disciplinarios.
Yo no huyo de un reto porque tengo miedo. En cambio, corro hacia él, porque la única manera de escapar de miedo es pisotear bajo sus pies.
Como campeón gimnasta olímpica, siempre me he quedado involucrado en mi deporte.
Por supuesto, yo crecí en Rumania comunista, pero estoy feliz de decir que hoy nuestro país es democrático y próspero, desde la revolución de 1989.
Fue bueno para ser un niño porque no me doy cuenta de todas las cosas que vienen con el éxito. Ir a los Juegos, se me preguntó lo que yo esperaba hacer.