Porque en mí floreció tu primavera; porque tu otoño maduró mi espiga que el invierno guarece y atempera...
¿Cómo será posible que nada te conmueva, que no haya lluvia que te estruje ni sol que rinda tu fatiga?
Aquella manifestación aberrante de la virtud del pudor que es el pecado de la soberbia.