Quien no quiere pensar es un fanático; quien no puede pensar, es un idiota; quien no osa pensar es un cobarde.
No hay cosa que haga más daño a una nación como el que la gente astuta pase por inteligente.
La felicidad de los grandes consiste no en sentirse felices, sino en comprender cuan felices piensan otros que han de ser ellos.
El tiempo es la medida de los negocios, como el dinero lo es de las mercancías.
Los viajes son en la juventud una parte de educación y, en la vejez, una parte de experiencia.
El requisito del éxito es la prontitud en las decisiones.
Un hombre no es más que lo que sabe.
He preferido estudiar los libros que a los hombres.
Los cocodrilos vierten lágrimas cuando devoran a sus víctimas. He ahí su sabiduría.
La cabeza de muchas personas de alta estatura se parece a las casas; el piso mas alto es el peor amueblado.
La perfección de la propia conducta estriba en mantener cada cual su dignidad sin perjudicar la libertad ajena.
Un joven en años puede ser viejo en horas, si no ha perdido el tiempo.
Sin la amistad, el mundo es un desierto.
El argumento se semeja al disparo de una ballesta, es igual de efectivo dirigido a un gigante que a un enano.
El silencio es la virtud de los locos.
En lo que acción se refiere, el hombre no puede hacer otra cosa que aproximar o separar los cuerpos naturales; lo demás lo realiza la naturaleza.
El que no aplique nuevos remedios debe esperar nuevos males, porque el tiempo es el máximo innovador.
La discreción es una virtud, sin la cual dejan las otras de serlo.
La envidia es el gusano roedor del mérito y de la gloria.
Solo obedeciéndola se doblega a la naturaleza.