El mal es vulgar y siempre humano, y duerme en nuestra cama y come en nuestra mesa.
Las palabras de un hombre muerto se modifican en las entrañas de los vivientes.
El asesinato es lo único que elimina a la persona que hiere, de modo que la sociedad debe ocupar el lugar de la víctima y exigir en su nombre la expiación o conceder el perdón.