Y yo ciego de mí te acepto a ciegas del esplendor terrible de tu llama tan frágil y menuda entre mis brazos.
Eliseo Diego
A veces, cuando descubro que no he escrito una sola frase después de haber borroneado páginas enteras, me desplomo en mi sillón y allí me quedo, mareado, hundido en un pantano de desesperación, o...
El se desmayó, delante de mí, no fueron las pastillas fueron los hombres de gris.
Tantos hombres en la cabeza y todo lo que han dicho. Y, sin embargo, uno mismo tiene que encontrarlo otra vez y decirlo.
El hombre nunca sabe de lo que es capaz hasta que lo intenta.