No dudo en ser amigo de mi jugador
Manuel Preciado
Si no hubiera malas gentes no habría buenos abogados
Que los padres legan a sus hijos no las riquezas, sino el espíritu de reverencia.
Corazón aquietado como el alma en silencio; oigo apenas el ruido muy lejano del mundo como un eco remoto que se ahogó en la distancia y que traen los vientos al oído inseguro.
Dos médicos: el pequeño, de piernas torcidas, mira hoscamente a los pacientes, el otro, de insignificante físico, muy delgado, tiene una nariz como el filo de un cuchillo... ¡Es él! Me aferro a s...