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Jorge Fernández Díaz: «Salvo una batalla perdida, n...

«Salvo una batalla perdida, no hay nada más deprimente que una batalla ganada».

Jorge Fernández Díaz

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No me importa ser un Ã¡tomo del Ãºltimo piojo de su Reino, pero me importa que Dios estÃ© a mi alcance, me importa asirlo, no con mis manos, claro, ni siquiera con mi razonamiento. Me importa asirlo con mi corazÃ³n.

Una mano pequeÃ±a y frÃa me acariciÃ³ la mejilla.
?No pasa nada ?dijo Auri en voz baja?. Ven aquÃ.
EmpecÃ© a llorar en silencio, y ella deshizo con cuidado el apretado nudo de mi cuerpo hasta que mi cabeza reposÃ³ en su regazo. EmpezÃ³ a murmurar, apartÃ¡ndome el cabello de la frente; yo notaba el frÃo de sus manos contra la ardiente piel de mi cara.
?Ya lo sÃ© ?dijo con tristeza?. A veces es muy duro, Â¿verdad?
Me acariciÃ³ el cabello con ternura, y mi llanto se intensificÃ³. No recordaba la Ãºltima vez que alguien me habÃa tocado con cariÃ±o.
?Ya lo sÃ© ?repitiÃ³?. Tienes una piedra en el corazÃ³n, y hay dÃas en que pesa tanto que no se puede hacer nada. Pero no deberÃas pasarlo solo. DeberÃas haberme avisado. Yo lo entiendo.
Contraje todo el cuerpo y de pronto volvÃ a notar aquel sabor a ciruela.
?La echo de menos ?dije sin darme cuenta. Antes de que pudiera agregar algo mÃ¡s, apretÃ© los dientes y sacudÃ la cabeza con furia, como un caballo que intenta liberarse de las riendas.
?Puedes decirlo ?dijo Auri con ternura.
VolvÃ a sacudir la cabeza, notÃ© sabor a ciruela, y de pronto las palabras empezaron a brotar de mis labios.
?DecÃa que aprendÃ a cantar antes que a hablar. DecÃa que cuando yo era un crÃo ella tarareaba mientras me tenÃa en brazos. No me cantaba una canciÃ³n; solo era una tercera descendente. Un sonido tranquilizador. Y un dÃa me estaba paseando alrededor del campamento y oyÃ³ que yo le devolvÃa el eco. Dos octavas mÃ¡s arriba. Una tercera aguda y diminuta. DecÃa que aquella fue mi primera canciÃ³n.
?Nos la cantÃ¡bamos el uno al otro. Durante aÃ±os. ?Se me hizo un nudo en la garganta y apretÃ© los dientes.
?Puedes decirlo ?dijo Auri en voz baja?. No pasa nada si lo dices.
?Nunca volverÃ© a verla ?conseguÃ decir. Y me puse a llorar a lÃ¡grima viva.
?No pasa nada ?dijo Auri?. Estoy aquÃ. EstÃ¡s a salvo.

EstÃ¡s despierto, despierto de verdad.
Asiente y dice:
?MÃ¡s o menos.
?Me alegro de que hayas vuelto. ?Y es verdad, no cabe en sÃ de felicidad?. Â¡Has vuelto de veras!
?Nunca me fui.
?Me salvaste en el rÃo.
?Y tÃº a mÃ aquÃ.

Queremos que nuestra pareja siga siendo exactamente igual que la persona que nos acompaÃ±aba en el altar y con la que nos intercambiamos los anillos. Como si pudiÃ©ramos detener el tiempo.