Cuando se viaja se abandonan las ciudades, por gratas que sean, con un sentimiento de alegría. Es la curiosidad que se despierta de nuevo, el instinto ancestral de cambio y movimiento, que llevamos en nosotros como herencia de nuestros remotísimos abuelos, nómadas incansables del mundo prehistórico ¿Qué habrá más allá? ¿Qué nos espera en la próxima etapa?...
Vicente Blasco Ibáñez