Camilo José Cela: La idea de la muerte llega sie...


La idea de la muerte llega siempre con paso de lobo, con andares debrculebra, como todas las peores imaginaciones. Nunca de repente lleganbrlas ideas que nos trastornan; lo repentino ahoga unos momentos, perobrnos deja, al marchar, largos años de vida por delante. Los pensamientosbrque nos enloquecen con la peor de las locuras, la de la tristeza, siemprebrllegan poco a poco y como sin sentir, como sin sentir invade la niebla losbrcampos, o la tisis los pechos. Avanza, fatal, incansable, pero lenta,brdespaciosa, regular como el pulso. Hoy no la notamos; a lo mejorbrmañana tampoco, ni pasado mañana, ni en un mes entero. Pero pasa esebrmes y empezamos a sentir amarga la comida, como doloroso elbrrecordar, ya estamos picados. Al correr de los días y las noches nosbrvamos volviendo huraños, solitarios; en nuestra cabeza se cuecen lasbrideas, las ideas que han de ocasionar el que nos corten la cabeza dondebrse cocieron, quién sabe si para que no siga trabajando tan atrozmente.brPasamos a lo mejor hasta semanas enteras sin variar; los que nosbrrodean se acostumbraron ya a nuestra adustez y ya ni extrañan siquierabrnuestro extraño ser. Pero un día el mal crece, como los árboles, ybrengorda, y ya no saludamos a la gente; y vuelven a sentirnos como rarosbry como enamorados. Vamos enflaqueciendo, enflaqueciendo, y nuestrabrbarba hirsuta es cada vez más lacia. Empezamos a sentir el odio que nosbrmata; ya no aguantamos el mirar; nos duele la conciencia, pero ¡nobrimporta!, ¡más vale que duela! Nos escuecen los ojos, que se llenan debragua venenosa cuando miramos fuerte. El enemigo nota nuestro anhelo,brpero está confiado; el instinto no miente. (...) Cuando huimos como lasbrcorzas, cuando el oído sobresalta nuestros sueños, estamos ya minadosbrpor el mal; ya no hay solución, ya no hay arreglo posible. Empezamos abrcaer, vertiginosamente ya, para no volvernos a levantar de vida. Quizásbrpara levantarnos un poco a última hora, antes de caer de cabeza hastabrel infierno... Mala cosa.

Camilo José Cela


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