Lo malo de los que se creen en posesión de la verdad es que cuando tienen que demostrarlo no aciertan ni una.
La muerte llama, uno a uno, a todos los hombres y a las mujeres todas, sin olvidarse de uno solo -¡dios, qué fatal memoria!-, y los que por ahora vamos librando, saltando de bache en bache como maripo...
Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera.
En ocasiones pienso que el premio de quienes escribimos duerme, tÃmido y virginal, en el confuso corazón del lector más lejano.
Para escribir solo hay que tener algo que decir.
A siete años de un suceso, el suceso ya es otro.
La muerte es dulce; pero su antesala, cruel.
La filosofÃa del vagabundo se apoya en la no necesidad de nada y el buen talante de aceptarla sin queja alguna.
Hay dos clases de hombres: quienes hacen la historia y quienes la padecen.
Cuando las deudas no se pagan porque no se puede, lo mejor es no hablar de ellas y barajar.
¿Para qué es oro el tiempo más que para verlo pasar acariciándolo?
Estas páginas accesorias con las que suele ser costumbre presentar las nuevas salidas de los libros, se agostan sobre la marcha y con ellas no valen vitaminas, ni testovirones, ni paños calientes.
La muerte es una amarga pirueta de la que no guardan recuerdo los muertos, sino los vivos.
El toreo es un arte misterioso, mitad vicio y mitad ballet. Es un mundo abigarrado, caricaturesco, vivÃsimo y entrañable el que vivimos los que, un dÃa soñamos con ser toreros.
La más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir.
La duda, esa vaga nubecilla que, a veces, habita los cerebros, también puede entenderse como un regalo. Y no es -lo que queda dicho- una aseveración, ya que, sobre ella, tengo también mis dudas.
No es lo mismo estar dormido que estar durmiendo, porque no es lo mismo estar jodido que estar jodiendo.
Pensar en viejo me abruma y, sin embargo, pensar en joven, en sano y arrogante joven, me parece tan insÃpido...
La muerte es algo tan tremendamente airado, que solo la desnudez, la elemental desnudez, puede escindirla del ridÃculo.
Si el escritor no se siente capaz de dejarse morir de hambre, debe cambiar de oficio. La verdad del escritor no coincide con la verdad de quienes reparten el oro.