En los rostros de aquellos que conocimos de jóvenes reconocemos lo viejos que nos hemos vuelto.
Heinrich Boll
Misal de La Virgen
-Usted nunca tuvo hijos.
-No. Aunque, un día, cuando era chica, surgieron de mí, de mi pelvis, tres
lagartos. En cartílago grueso y anillado. Tres.
-Eh.
-Sí. Iban por la hierba...
Somos tan pequeños como nuestra dicha, pero somos tan grandes como nuestro dolor.
Los hombres y las mujeres se mezclan tan bien como el aceite y el agua. Por eso hay que estar agitándolos constantemente.
El final del nacimiento es la muerte; y el final de la muerte es el nacimiento.