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Ernesto Esteban Echenique: La virtud del virtuoso, la env...
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Ernesto Esteban Echenique
La virtud del virtuoso, la envidia el oso.
Ernesto Esteban Echenique
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A perdonar solo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho.
Zozobra la verdad, más nunca ahogada la veras.
La moda mÃstica de estos tiempos, que se muestra particularmente en el crecimiento rampante de la llamada teosofÃa y espiritualismo, para mi no es más que un sÃntoma de debilidad y confusión. Como nuestras experiencias consisten en reproducciones y combinaciones de impresiones sensoriales, el concepto de un alma sin cuerpo me parece carente de cualquier tipo de significado.
Con Qué Dolor...
¡Con qué dolor, y válgame ser franco,
trazo los versos que a mi lado impetras!
Esta cuartilla de papel en blanco
me parece una lápida sin letras.
TristÃsimo recuerdo me acongoja
y pienso, visionario como un zafio,
que escribo, no una endecha en una hoja,
sino sobre un sepulcro un epitafio.
No extrañes, no, que mi razón sucumba
a esta ilusión que envuelve algo de cierto
porque, ay, tu corazón es una tumba
desde el instante en que tu amor fue un muerto.
¡Tu amor! Ve el mÃo que cual ámbar de oro
paréceme que nunca se consume,
que ni siquiera sufre deterioro
aunque despida sin cesar perfume.
Mas ¿a dónde me lleva mi extravÃo?
Perdona a mi amargura ese reproche.
Por ti puedo decir como el judÃo:
¡un ángel ha pasado por mi noche!
Por ti en el molde general no cupe;
quise ovaciones, codicié oropeles
y en la tribuna y con la lira supe
ganar aplausos y obtener laureles.
Después... ¡mi gloria huyó con mi ventura
y, como nube tenebrosa, el duelo
ha cerrado en mi alma la abertura
que daba grande y esplendente al cielo!
Adiós. Dejo a tus plantas un gemido
y retorno a la sombra más espesa
pues vuelvo a la que reina en el olvido,
y no hay otra tan negra como ésa.