Julián Giraldo: Apenas si me lograba incorpora...


Apenas si me lograba incorporar, quizá conscientemente en mi ser, mientras mi frente yacía adolorida en el recodo del baño, una bandada de recuerdos vagos sacudía mi estancia al tiempo que mi perturbada cabeza no aguantaba ya la cefalea monstruosa que invadía la poca corriente sanguínea que recorría mi absorto cerebro; el tufo del anís aun circundaba mis aires y en el ambiente podía sentir los estragos ,asaces creo, de una noche pasada por bebidas regocijantes y sustancias extrañas que volaban en mi interior como gaviotas que revolotean a la mar, disfrutando de las corrientes aéreas, invisibles, intangibles, llevándome al máximo éxtasis de la conciencia jamás experimentado por algún otro ser material del universo. Por lo menos eso pensaba yo en mi placebo infinito de drogas alcoholizadas, que hasta el momento solo me llevaban a vivir sueños temporales de colores, de estrellas de cosas tal vez no imaginadas por ninguna otra conciencia humana o recorridas a la misma vez por miles…¿quién lo sabe?.
Seguido al eterno malestar de la resaca, una amplia gama de matices golpeaba mi visión matutina y la resaca era aún más intensa, mas eterna (redundando un poco).La vehemente luz que se infiltraba lentamente por la claraboya del baño me asesto el golpe final, la noche ya era era pasada, y, el inclemente día había llegado de nuevo con su rutina congoja, recordándome el basurero en que vivía, la miseria que me invadía y la soledad que me atormentaba diariamente con los mil demonios que acechaban mí no muy grata existencia. Mis papilas añoraban con loca ansia un poco de agua, que el grifo viejo del lavamanos me negaba, aun así insistía, como si el mismo grifo o tal vez la empresa de acueducto se apiadarían de mí, sin verme, sintieran lastima de una maldito ebrio sediento y miserable. Entre toda esa absurda red de pensamientos, cruzaba mi razón; busque en mis bolsillos algún indicio de dinero.
Salir a la calle en tal estado significaba exponer al mundo mi cara de idiota retraído, lo cual me importaba un bledo, al final no seré el único ser atrapado en una resaca insoportable que carcomía mi sistema nervioso hasta llevarlo casi al colapso. Caminé desde mi segundo piso, por las cortas escaleras de la vieja casa, tan recorridas ya, a lo largo de años incontables, ya olvidados por mente humana alguna, caminé los pasos de otros que ya no están, o quizá sí, ni idea, tal vez estén observándome desde algún sombrío lugar, advirtiéndome, pensando que tal vez me importe. Al salir a la calle una turba de palomas se posaba sobre la plaza de antaño, al lado de la estatua cobriza de una prócer que ya a nadie le importa, tan solo queda su mustia estatua en magnificencia de libertad. La observo, aves sobre ella, la libertad cagada por las palomas. Que irónico. Mientras me dirijo al cafetín al resquicio de la plaza, medite: sosegado por un extraño aire, él universo giraba a mi alrededor, me detuve un segundo para observar el mediocre paso de las almas perdidas, como autómatas del diablo. Encendí un cigarrillo e instantáneamente me sumergí en un mundo mágico de palabras intangibles, inconcebibles, creó que la locura me invadía lentamente....


Julián Giraldo