Colección de jose

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Te Doy Mi Alma

Te doy mi alma desnuda,
como estatua a la cual ningún cendal escuda.

Desnuda como el puro impudor
de un fruto, de una estrella o una flor;

de todas esas cosas que tienen la infinita
serenidad de Eva antes de ser maldita.

De todas esas cosas,
frutos, astros y rosas.

Que no sienten vergüenza del sxo sin celajes
y a quienes nadie osara fabricarles ropajes.

¡Sin velos, como el cuerpo de una diosa serena
que tuviera una intensa blancura de azucena!

¡Desnuda, y toda abierta de par en par
por el ansia de amar!

Juana de Ibarbourou

Costumbres

no es para quedarnos en casa que hacemos una casa
no es para quedarnos en el amor que amamos
y no morimos para morir
tenemos sed y
paciencias de animal

Juan Gelman

Los Males Despertares

Defiéndetedeellas.Deesasnoches
quemerecenlosturbioshomenajes
delaliteratura,yquetúvesbrillar
enesajoyaoscura
-ybanal-
queessiempreunametáfora.

-Vosotras,
nochesfurtivas,malasperras
dearrabal.

Lasqueperduran
comoemblemadejuventudenlamemoria
nosonnochesdeamor,
sinodegloriapasajera,detiniebla
ytemor,cuandoelfondodeunvaso
describeelcielosucio
querecorrelaestrella
fugazdelaalegría.

Defiéndetedeellas.Deldisfraz
literarioconqueocultan
sucarnedeángelmuerto,
sulunadeguiñolentenebrada.

Defiéndetedeellas.
Yentrelaluzdenuevo
-yentreelaireinocente-
enestahabitaciónenrarecida.

Felipe Benítez Reyes

El Amor Y La Sangre

«Borradle. Labraremos la paz, la paz, la paz,
a fuerza de caricias, a puñetazos puros...»
Blas de Otero

El amor sube por la sangre. Quema
la ortiga del recuerdo y reconquista
el ancho campo abierto, la ceniza
fundadora, que la brasa sostiene.

El amor es herencia de la sangre,
como el odio, su amante, y se mantienen
íntimos, besándose, nutriéndose
de sus dobles sustancias transmitidas.

Nada podrá arrancarles de su abrazo:
La espada, el hielo, el tiempo, con sus filos
mezclarán sangres, que, lluviosamente,
germinarán odios, amor o nuevas sangres.

¿Cómo decir:
-«Aquéllos, que nunca conocieron
la sangre derramada, que separen
el odio del amor y reconstruyan
las viejas catedrales de la dicha...»

¿«Aquéllos»?, ¿son acaso otros que los murientes
trasvasados, hechos de sangre antigua?
No es posible lavarse el alma ni las manos
cuando fluye hacia ellas sangre y olor a sangre.

Si ha de hacerse el amor, será con sangre
trepadora, quemante, conocida,
pura sangre del odio, amante impávido
que el amor fecundiza.

Si ha de hacerse la paz...

-¡Callad, campanas!,
¡Ved la tierra, la tierra, que resume
su tempero sangriento y le convierte
en paz, en paz, a puñetazos puros...!

Victoriano Crémer

Venus Victa

Pidiéndome la muerte, tus collares
desprendiste con trágica alegría
y en su pompa fluvial la pedrería
se ensangrentó de púrpuras solares.

Sobre tus bizantinos alamares
gusté infinitamente tu agonía,
a la hora en que el crepúsculo surgía
como un vago jardín tras de los mares.

Cincelada por mi estro, fuiste bloque
sepulcral, en tu lecho de difunta;
y cuando por tu seno entró el estoque

con argucia feroz su hilo de hielo,
brotó un clavel bajo su fina punta
en tu negro jubón de terciopelo.

Leopoldo Lugones

Te Escribo, Sergio

Te escribo, Sergio
desde la soledad
del mediodía asoleado y desnudo
mientras azota el viento
y estoy, gatunamente,
enrollada en la cama
donde anoche te quise y me quisiste
entre tiempos, sonrisas y misterios.

Va quedando lejano
el mundo que existía antes de conocerte
y va naciendo un nido de palabras y besos,
un nido tembloroso de miedo y esperanza
donde a veces me siento retozando entre trinos,
y otras veces me asusto,
abro los ojos y me quedo quieta,
pensando en este panal de miel
que estamos explorando,
como un hermoso, hipnotizante laberinto,
donde no hay piedritas blancas,
ni mágicos hilos
que nos enseñen el camino de regreso.

Gioconda Belli

Llorar A Mi Manera

Que me dejen llorar
con lágrimas igual a lapiceros,
con lágrimas iguales a los pájaros,
sólo quiero
que me dejen llorar
a mi manera.
Que me dejen llorar
como lloran los radios en la madrugada,
como los exiliados,
que me dejen
llorar a mi manera.

Manu Cáncer

Solitario Invencible

Resbalando
Como canasta de amarguras
Con mucho silencio y mucha luz
Dormido de hielos
Te vas y vuelves a ti mismo
Te ríes de tu propio sueño
Pero suspiras poemas temblorosos
Y te convences de alguna esperanza

La ausencia el hambre de callar
De no emitir más tantas hipótesis
De cerrar las heridas habladoras
Te da una ansia especial
Como de nieve y fuego
Quieres volver los ojos a la vida
Tragarte el universo entero
Esos campos de estrellas
Se te van de la mano después de la catástrofe
Cuando el perfume de los claveles
Gira en torno de su eje

Vicente Huidobro

Zebech

Tus pensamientos passiuos
Deuen ser contenplatiuos
Pedro de Veragoe

Ese
relamerse, esos labios
brillantes de saliva, ese mohín
entre infantil y disoluto,
esos ojos burlones que cruzan como un rayo
el universo de plástico del aeropuerto...

Su amiga, sin embargo,
aún siendo hermosa, acaso más hermosa, no
excita.

Y es que no es la belleza la que irradia
ese misterio que te hechiza,
esa lumbre de júbilo,
ese pájaro con las alas en llamas.

No es la belleza de esos ojos, sino su forma de mirar;
el desmadejamiento de esas piernas,
esa lengüecita incandescente,
esa lividez canalla bajo sus ojos,
cómo mueve el pelo,
cómo lo sabe.

Eso
que los Dioses conceden
sólo a muy pocas,
y a veces solo por poco tiempo.
Esa dicha a la que no puede
tocar
el Destino.

José María Ãlvarez

Huelga

Quiero una huelga donde vayamos todos.
Una huelga de brazos, piernas, de cabellos,
una huelga naciendo en cada cuerpo.

Quiero una huelga
de obreros de palomas
de choferes de flores
de técnicos de niños
de médicos de mujeres.

Quiero una huelga grande,
que hasta el amor alcance.
Una huelga donde todo se detenga,
el reloj las fábricas
el plantel los colegios
el bus los hospitales
la carretera los puertos.

Una huelga de ojos, de manos y de besos.
Una huelga donde respirar no sea permitido,
una huelga donde nazca el silencio
para oír los pasos del tirano que se marcha.

Gioconda Belli

Vete

Mi sueño no tiene sitio
para que vivas. No hay sitio.
Todo es sueño. Te hundirías.
Vete a vivir a otra parte,
tú que estás viva. Si fueran
como hierro o como piedra
mis pensamientos, te quedarías.
Pero son fuego y son nubes,
lo que era el mundo al principio
cuando nadie en él vivía.
No puedes vivir. No hay sitio.
Mis sueños te quemarían.

Manuel Altolaguirre

Deseo

Solo tu corazón caliente,
y nada más.

Mi paraíso un campo
sin ruiseñor
ni liras,
con un río discreto
y una fuentecilla.

Sin la espuela del viento
sobre la fronda,
ni la estrella que quiere
ser hoja.

Una enorme luz
que fuera
luciérnaga
de otra,
en un campo
de miradas rotas.

Un reposo claro
y allí nuestros besos,
lunares sonoros
del eco,
se abrirían muy lejos.

Y tu corazón caliente,
nada más.

Federico García Lorca

Gota Pequeña, Mi Dolor

Gota pequeña, mi dolor.
La tiré al mar.
Al hondo mar.
Luego me dije: ¡A tu sabor
ya puedes navegar!

Más me perdió la poca fe...
La poca fe
de mi cantar.
Entre onda y cielo naufragué.

Y era un dolor inmenso el mar.

Dámaso Alonso

El Amor

El amor, a qué huele? Parece, cuando se ama,
que el mundo entero tiene rumor de primavera.
Las hojas secas tornan y las ramas con nieve,
y él sigue ardiente y joven, oliendo a rosa eterna.

Por todas partes abre guirnaldas invisibles,
todos sus fondos son líricos -risa o pena-,
la mujer a su beso cobra un sentido mágico
que, como en los senderos, sin cesar se renueva...

Vienen al alma música de ideales conciertos,
palabras de una brisa liviana entre arboledas;
se suspira y se llora, y el suspiro y el llanto
dejan como un romántico frescor de madreselvas...

Juan Ramón Jiménez

Nocturno Herido

Mientras las nubes pasan sobre el tapiz antiguo
del tiempo herido
yo olvido el suave musgo y los pies vivos

porque tu ser tendido
yacente en mis rodillas
me atrae como la sed. Hacia tu muerte
como hacia el mar me inclino
y me busco en tu faz como en espejo
hasta que el día declina.

Duermo entre tus imágenes
redobladas y vivas
y la aurora sorprende un raro sueño:

Yo voy corriendo mi veloz carrera
sobre mármoles fríos.
Pasan las nubes... son veloces... miran
un ser yacente, un templo entre cipreses
por el agua del mar humedecidos.
Miran una gran fuente
plantada como un árbol
en medio de la tarde y el olvido...
Sola imagen tranquila
de tu muerte tendida en mis rodillas.

En fuente y ser de muertes yo me miro
y pasan nubes
sobre tu ser tendido,
sobre mi ser que el Tiempo no atraviesa,
sobre un tapiz de tiempo
que fuga y permanece;
sobre un césped de tiempo
donde la cruz de Amor se planta cada día
y mis pies silenciosos y desnudos caminan!

Esther de Cáceres

Soneto de La Encarnación

Para que el alma viva en armonía,
con la materia consuetudinaria
y, pagando la deuda originaria,
la noche humana se convierta en día;

para que a la pobreza tuya y mía
suceda una riqueza extraordinaria
y para que la muerte necesaria
se vuelva sempiterna lozanía

lo que no tiene iniciación empieza,
lo que no tiene espacio se limita,
el día se transforma en noche oscura,

se convierte en pobreza la riqueza,
el modelo de todo nos imita,
el Creador se vuelve criatura.

Francisco Luis Bernárdez

Poema Del Amor Ajeno

Puedes irte y no importa, pues te quedas conmigo
como queda un perfume donde había una flor.
Tú sabes que te quiero, pero no te lo digo;
y yo sé que eres mía, sin ser mío tu amor.

La vida nos acerca y a la vez nos separa,
como el día y la noche en el amanecer...
Mi corazón sediento ansía tu agua clara,
pero es un agua ajena que no debo beber...

Por eso puedes irte, porque, aunque no te sigo,
nunca te vas del todo, como una cicatriz;
y mi alma es como un surco cuando se corta el trigo,
pues al perder la espiga retiene la raíz.

Tu amor es como un río, que parece más hondo,
inexplicablemente, cuando el agua se va.
Y yo estoy en la orilla, pero mirando al fondo,
pues tu amor y la muerte tienen un más allá.

Para un deseo así, toda la vida es poca;
toda la vida es poca para un ensueño así...
Pensando en ti, esta noche, yo besaré otra boca;
y tú estarás con otro... ¡pero pensando en mí!

José Angel Buesa

Salvaje

Bebo el agua limpia y clara del arroyo
y vago por los campos teniendo por apoyo
un gajo de algarrobo liso, fuerte y pulido
que en sus ramas sostuvo la dulzura de un nido.

Así paso los días, morena y descuidada,
sobre la suave alfombra de la grama aromada.
Comiendo de la carne jugosa de las fresas
o en busca de fragantes racimos de frambuesas.

Mi cuerpo está impregnado del aroma ardoroso
de los pastos maduros. Mi cabello sombroso
esparce, al destrenzarlo, olor a sol y a heno,
a savia, a yerbabuena y a flores de centeno.

¡Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena,
cual si fuera la diosa del trigo y de la avena!
¡Soy casta como Diana
y huelo a hierba clara nacida en la mañana!

Juana de Ibarbourou

Quemé La Luz, Fui Miel En La Dulzura...

Quemé la luz, fui miel en la dulzura,
gota en la lluvia y llama con el fuego,
aroma en cada rosa, instante ciego,
y nardo que dio envidia a la blancura.

Fui sombra en la profunda noche oscura,
silencio en la raíz, raudo despego,
y al fin a tu distante orilla llego:
roto el timón, la brújula insegura.

Al borde de tu barba se me queda
detenida la voz, mudo el acento
como el viajero exhausto en la vereda.

La caricia que tejo y que alimento
se apaga en una suavidad de seda
hasta morir hilada por el viento.

Carmen González Huguet
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