Colección de jose
Yo Te Fui Desnudando...
Yo te fui desnudando de ti mismo,
de los «tus» superpuestos que la vida
te habÃa ceñido...
Te arranqué la corteza -entera y dura-
que se creÃa fruta, que tenÃa
la forma de la fruta.
Y ante el asombro vago de tus ojos
surgiste con tus ojos aún velados
de tinieblas y asombros...
Surgiste de ti mismo; de tu misma
sombra fecunda, intacto y desgarrado
en alma viva...
Linaje Puro
Te amo cuando acaricio la madera:
la caoba que sangra, el roble duro.
Tu perteneces el linaje puro
que fragua anillos cada primavera.
Y floreces también como si fuera
tu cuerpo un árbol de nogal maduro;
palisandro de aromas, cedro oscuro,
estoy en ti como una enredadera.
Ombú que entre mis ojos amaneces;
sándalo que te creces de armonÃa,
ébano verde, olivo que te creces
de amor para mis brazos solitarios,
cuando siembras mi tierra yo dirÃa
que respiro los bosques milenarios.
Madrigal
Desde esta mañana, amor,
la rosa será más rosa
y más vivo el ruiseñor.
¡Y tú sin saberlo, amor!
La fuente mucho más clara
mojándome de alegrÃa
con agua fresca la cara.
Y el cielo, desde hoy, azul,
y, dentro del cielo, dios...
¡Y tú sin saberlo amor!
La Rosa
Como la rosa: nunca
te empañe un pensamiento.
No es para ti la vida
que te nace de dentro.
Hermosura que tenga
su ayer en su momento.
Que en solo tu apariencia
se guarde tu secreto.
Pasados no te brinden
su inquietante misterio.
Recuerdos no te nublen
el cristal de tus sueños.
Cómo puede ser bella
flor que tiene recuerdos.
Nocturno
A Ãngel González
Aplauden los semáforos más libres de la noche,
mientras corren cien motos y los frenos del coche
trabajan sin enfado. Es la noche más plena.
Ninguna cosa viva merece su condena.
Corazones y lobos. De pronto se ilumina
en su sillÃn con prisas la lÃnea femenina
de un muslo. Las aceras, sin discreción ninguna,
persiguen ese muslo más blanco que la luna.
Pasan mil diez parejas derechas a la cama
para pagar el plazo de la primera llama
y firmar en las sábanas los consorcios más bellos.
Ellas van apoyadas en los hombros de ellos.
Una federación de extraños personajes,
minifaldas de cuero, chaquetas con herrajes
y el hablador sonámbulo que va consigo mismo,
la sombra solitaria volviendo del abismo.
Luces almacenadas, que brotan de los bares,
como hiedras contratan las perpendiculares
fachadas de cristal. Hay letreros que guiñan,
altavoces histéricos y cuerpos que se apiñan.
El dÃa es impensable, no tiene voz ni voto
mientras tiemble en la calle el faro de una moto,
la carcajada blanca, los besos, la melena
que el viento negro mueve, esparce y desordena.
Yo voy pensando en ti, buscando las palabras.
Llego a tu casa, llamo, te pido que me abras.
La ciudad de las cuatro tiene pasos de alcohólica
Desde el balcón la veo y como tú, bucólica
geometrÃa perfecta, se desnuda conmigo.
Agradezco su vida, me acerco, te lo digo,
y abrazados seguimos cuando un alba rayada
se desploma en la espalda violeta de Granada.
De "Rimado de ciudad"
Mujer
Esas nubes amadas se hacen al fin estatua.
Si acaricio, doy forma
y, en el azul, desnuda como una diosa antigua,
estás tú, solo bella.
Mas si viene la noche,
si una brisa te envuelve dulcemente asfixiante,
vuelves al mar confuso donde tomaste origen,
ola fresca y sonora que rompe alegremente,
toda alzada, y luego
ancha y derramada
como una madre llega ya al fin de las palabras,
sonrÃe piadosa.
Esto Va A Venirse Abajo...
Esto va a venirse abajo
de un momento a otro
y usted lo sabe.
El amor ya no es un templo griego
sino algo parecido a un desastre de lÃneas
oblicuas que aprisionan todo intento de lluvia.
Y es gris. Tan gris como esta perspectiva de furias
que se nos viene encima.
ParaÃso Final
Luchando, cuerpo a cuerpo, nos queremos de veras
y es fuego de mi carne la flor de tu mejilla.
El beso en su volumen iguala a la semilla
que brota verdemente con dos hojas primeras.
En la concha del ámbar manan las primaveras
un arroyo sereno de miel y manzanilla.
Tiene la tierra plumas de mirlo y abubilla;
pÃan en nuestro abrazo canarios y jilgueras.
El nácar se disuelve en manantial de leche,
en torrente de vino, de aceite y de resina:
No hay nada como el lirio que tanto nos estreche.
Hay en cueva de nata paladar de paloma
y en jardines cerrados para el sol que declina
paraÃsos abiertos del tacto y del aroma.
De "Tigres en el jardÃn"
Jamás, Con Ese Final
Si tomas entre los dedos
la palabra amor,
y la contemplas de derecho a revés,
y de arriba abajo,
verás que está hecha de algodón,
de niebla,
y de dulzura.
Si después aprisionas
la palabra música,
sentirás entre tus dedos
el crujir de una frágil
lámina de arena.
Si cae entre tus manos
la palabra jamás,
la terrible palabra
que pone punto final a la pasión
y al destino,
sentirás que está lleno de infinito,
y que la serpiente inmóvil de la S
es un eslabón entre el fuego y la nieve,
entre el infierno y el cielo,
entre el amor y la música.
La palabra jamás con ese al final
no termina nunca;
rodea la tierra y salta luego,
perdiéndose en el océano
de las estrellas.
A Una Magnolia
Acércame los pétalos de fragante magnolia
con que, en horas de sueño,
el Amor poderoso ilumina mi sombra.
En la sien, en la palma, entre ébanos de noche
tus pétalos reposan.
No los turba el ardiente llamado de mi pulso,
ni del santo madero la grave y sorda música.
Hasta que alguna vez los clavo con mis ojos
en una cruz severa,
y una herida sin sangre les descubro.
-Es una saeta oculta
que atraviesa en verano el claroscuro
del agua Pura y quieta en los lagos nocturnos.-
Gime el ser en silencio. Con mi fuego dialoga
tu distante fragancia, tu impasible blancura.
De lejos nos contestan, en el aire nocturno
de jardines y selvas, las cÃtaras insomnes.
Me acerco a ti; te busco
la herida misteriosa que solo yo conozco.
Todos mis huesos cantan despiertos, dolorosos,
el canto en que se queman,
sin quemarte, en la sombra.
Tú acércate; amortigua esta sedienta lumbre.
Acércame en el fuego tus frescos, apacibles
pétalos de magnolia.
Tú
acércate, magnolia!
Máscara
Esta mañana fue difÃcil
colocarme la máscara
No lograba encajarla conmigo
Tal vez llegó el momento
de cambiarla.
De "Pulso interno"
La Canción Del Verano
Y ésta es la canción de un verano
entre muchos hermosos veranos,
cuando el polvo se alza y danza
y el cielo es un follaje azul, distante.
Y entonces fue cuando vino con las brisas
que se levantan de los arroyos y de sus conchas,
la que cantaba la canción del verano,
la canción de yerbas secas y aromáticas
que arrullaban, cuando a mi lado
la sentÃa como una tierra que respira
y como un sueño de pólenes y estrellas
que resbalan tibias por la piel y las manos.
Entonces vino saltando
en medio de las brisas y la tarde, en grupo,
y lo primero que vi fue su traje ondeando
a lo lejos a la distancia contra el cielo puro.
Pero desde entonces no tuve ya nunca ojos para su traje.
Y no oà nada más, sino la canción del verano.
ElegÃa
Morir serenamente como nunca he vivido
y ver pasar los coches como en una pantalla
y las canciones lentas de Nat King Cole
un saxofón un piano los atardeceres en las terrazas bajo los
parasoles
esta vida que nunca llegué a interpretar
el viento en los pasillos las ventanas abiertas todo es blanco
como en una clÃnica
todo disuelto como una cápsula de cianuro en la oscuridad
Se proyectan diapositivas con mi historia
entre el pesado olor del cloroformo
Bajo la niebla del quirófano extrañas aves de colores anidan
"Extraña fruta y otros poemas" 1968 - 1969
Glosa
Déjame vivir verdades:
la verdad de tus miradas,
la de tus apasionadas
promesas de eternidades,
y entre tus sinceridades,
la doble verdad querida
con que llaman a la vida
tus dos palmas amorosas
cuando estrechan, perezosas,
mi mano desfallecida.
Ciudad En Llamas
Entrando en la ciudad por alta mar
la grande bestia vi: su rojo ser
Entré por alta luz por alto amor
entréme y encontréme padecer
Un sol al rojo blanco en mi interior
crecÃa y no crecÃa sin cesar
y el alma con las hordas del calor
templóse y contemplóse crepitar
Ardiendo el más secreto alrededor
mi cuerpo en llamas vivas vi flotar
y en medio del silencio y del dolor
hundióse y confundióse con la sal:
entrando en la ciudad por alto amor
entrando en la ciudad por alta mar
Otoño
Esparce octubre, al blando movimiento
del sur, las hojas áureas y las rojas,
y, en la caÃda clara de sus hojas,
se lleva al infinito el pensamiento.
Qué noble paz en este alejamiento
de todo; oh prado bello que deshojas
tus flores; oh agua frÃa ya, que mojas
con tu cristal estremecido el viento!
¡Encantamiento de oro! Cárcel pura,
en que el cuerpo, hecho alma, se enternece,
echado en el verdor de una colina!
En una decadencia de hermosura,
la vida se desnuda, y resplandece
la excelsitud de su verdad divina.
Sencillez
Los dedos de la nieve
repiquetearon
en el tamboril
del espacio.
Parábolas de nubes
forman un halo
de cristal,
sobre el monte nevado.
Una lÃnea
y un plano.
Quiero poner mi vista
sólo en el espacio,
que es sencillo
y a la vez complicado.
La Vuelta de «caperucita»
Entra sin miedo, hermana: no te diremos nada.
¡Qué cambiado está todo, qué cambiado! ¿No es cierto?
¡Si supieras la vida que llevamos pasada!
Mamá ha caÃdo enferma y el pobre viejo ha muerto...
Los menores te extrañan todavÃa, y los otros
verán en ti a la hermana perdida que regresa:
puedes quedarte, siempre tendrás entre nosotros,
con el cariño de antes, un lugar en la mesa.
Quédate con nosotros. Sufres y vienes pobre.
Ni un reproche te haremos: ni una palabra sobre
el oculto motivo de tu distanciamiento;
ya demasiado sabes cuánto te hemos querido:
aquel dÃa, ¿recuerdas? tuve un presentimiento...
¡Si no te hubieras ido!
Gesto
A la brisa, a la abeja, a la hermosa
el rosal puede dedicar la rosa.
Al poeta, al grumete, a la doncella
la noche puede dedicar la estrella.
Si eres tú misma el rosal y las rosas,
la noche de mi verso y sus estrellas,
¿a quién dedicaré este breve cielo,
este arbusto, esta fuente, este desvelo?