Estaba condenado con la maldición del que sabe dos idiomas y entiende, secretamente, que no domina del todo ninguno de los dos. Ahora era capaz de comparar; todo se me multiplicaba por dos. En cada s...
Pero así es el mundo, inversamente proporcional a las necesidades y deseos de uno.
Me carga que la gente espere cosas de mí. Me enreda, me complica, me obliga a responder.
Las dependencias, supongo, son vicios difíciles de quebrar.
Lo literario de viajar es que uno después recuerda algo parecido a un cuento o una novela donde el protagonosta es uno mismo.
Y por primera vez capto que ser joven no significa sólo tener pocos años, sino sentir más de la cuenta, sentir tanto que crees que vas a explotar.