Nunca he conocido a ningún mal en que una hora de lectura no alivió.
No hay nación tan poderosa como la que obedece sus leyes no desde el miedo o los principios de la razón, sino por la pasión.
Siempre he observado que para tener éxito en el mundo se debe parecer tonto, pero ser sabio.
Un autor es un tonto que, no contento con los aburridos con los que vive, insiste en aburrir las generaciones futuras.
No hay nadie, dice otro, quien la fortuna no le visita una vez en su vida; pero cuando no lo encuentra listo para recibirla, camina hacia la puerta, y sale volando por la ventana.
No es que los jóvenes que degeneran, no se echan a perder hasta los de edad madura ya hundido en la corrupción.
La tiranía de un príncipe en una oligarquía no es tan peligrosa para el bienestar público como la apatía de un ciudadano en una democracia.
La razón por la que los romanos construyeron sus grandes carreteras pavimentadas era porque tenían el calzado incómodo.
Los países están bien cultivadas, no como son fértiles, pero ya que están libres.
Siempre son los aventureros los que hacen cosas grandes, no los soberanos de grandes imperios.
En la infancia de las sociedades, los jefes de Estado forman a sus instituciones; más tarde las instituciones dan forma a los jefes de Estado.
Amar leer es intercambiar horas de hastío por horas de placer.
Deberíamos llorar por los hombres en su nacimiento, no por su muerte.
La falsa felicidad hace a los hombres severos y orgullosos, y esa felicidad nunca es explicada. La verdadera felicidad los hace amables y sensibles, y esa felicidad siempre es compartida.
Ningún reino ha derramado más sangre que el reino de Cristo.
Un imperio fundado por la guerra tiene que mantenerse por la guerra.
El talento es un don que Dios nos ha dado en secreto y que nosotros revelamos sin percibirlo.
En la mayoría de las cosas el éxito depende de saber cuánto tiempo se necesita para tener éxito.
La amistad es un acuerdo por el cual nos comprometemos a intercambiar pequeños favores a los grandes.
No debe el llanto en el nacimiento de un hombre, no a su muerte.