El tiempo no duerme los grandes dolores, pero sí los adormece.
La belleza exterior no es más que el encanto de un instante. La apariencia del cuerpo no siempre es el reflejo del alma.
¡Ay del hombre que quiere actuar sinceramente en el amor!
Lo verdadero es siempre sencillo, pero solemos llegar a ello por el camino más complicado.
El pensamiento es el corcel; la razón el jinete.
Los médicos pueden enterrar sus equivocaciones, pero un arquitecto solo puede aconsejar a su cliente plantar yerba.
Mi profesión es ser libre.
Nada se parece más a un hombre honesto que un pícaro que conoce su oficio.
No hay verdadera felicidad en el egoismo.
Dios, que muestras nuestras lágrimas a nuestro conocimiento, y que, en su inmutable serenidad, nos parece que no nos tiene en cuenta, ha puesto él mismo en nosotros esta facultad de sufrir para enseña...
Dos cuerpos pueden juntarse para producir otro, pero el pensamiento solo puede dar vida al pensamiento.
En la mujer, el orgullo es a menudo el móvil del amor.
La inteligencia busca, pero quien encuentra es el corazón.
La mujer no existe. Solo hay mujeres cuyos tipos varían al infinito.
La sociedad no debe exigir nada de aquel que no espera nada de ella.
El que tiene buen corazón nunca es estúpido.
La desgracia, al ligarse a mí, me enseñó poco a poco otra religión, distinta a la religión enseñada por los hombres.
El otoño es un andante melancólico y gracioso que prepara admirablemente el solemne adagio del invierno.
He leído en alguna parte que para amarse hay que tener principios semejantes, con gustos opuestos.
No somos solo cuerpo, o solo espíritu, somos cuerpo y espíritu a la vez.