Mi esposa es mi más fiel y sigiloso confidente en todos mis pasos, valen más nuestras mujeres que nuestros hombres para la revolución.
Vamos, no a luchar, sino a vencer; la seguridad de la patria pende de vuestro esfuerzo; soldados, corramos a la victoria y volvamos a nuestros hogares coronados del amor y la virtud.
Este viejo demente ni era patriota ni sarraceno, y por sí nada podía hacer.