Temo a Dios, y después de Dios temo principalmente al que no le teme.
Teme a quien te teme, aunque él sea una mosca y tú un elefante.
El hombre, por lo común, solo sabe reconocer su felicidad en la medida de la desgracia que ha experimentado.
Si discutes mucho para probar tu sabiduría, pronto probarás tu ignorancia.
El exceso de severidad produce odio, como el exceso de indulgencia debilita la autoridad.