Vámonos patria a caminar, yo te acompaño. Yo bajaré los abismos que me digas. Yo beberé tus cálices amargos. Yo me quedaré ciego para que tengas ojos. Yo me quedaré sin voz para que tú cantes....
Si me preguntaras qué es lo que más quiero sobre la anchura de la tierra, yo te contestaría: a tí, amor mío, y a la gente sencilla de mi pueblo.
¡Desgraciados los traidores, madre patria, desgraciados. Ellos conocerán la muerte de la muerte hasta la muerte!.
Pequeña patria, dulce tormenta mía, canto ubicado en mi garganta desde los siglos del maíz rebelde: tengo mil años de llevar tu nombre como un pequeño corazón futuro cuyas alas comienzan a abrir...
No me apena dejaros. Con vosotros queda mi esperanza.
Y nada podrá contra la vida porque nada pudo jamás contra la vida.
Intelectuales apolíticos de mi dulce país, no podréis responder nada. Os devorará un buitre de silencio las entrañas. Os roerá el alma vuestra propia miseria. Y callaréis, avergonzados de vosot...
Nunca preguntéis a un hombre si sufre, porque siempre se está sufriendo en alguna forma y en algún camino.
Nada es más invencible que la vida.
Y entender a todos y a todos decirle: vive, porque la vida es la poesía más alta.
Anduve viajando muchos años por el mundo, con el lucero de tu nombre en los ojos.
Dulce eres, como la tierra, como ella frutal y hermosa.
Soy un hombre apasionado del viento, por él hubiera dado toda mi vida.
Pequeña patria mía, dulce tormenta, un litoral de amor elevan mis pupilas y la garganta se me llena de silvestre alegría cuando digo patria, obrero, golondrina.
Y no hubo una sola mañana, que se fuera sin algo de lo tuyo.
Ay, Guatemala, cuando digo tu nombre retorno a la vida. Me levanto del llanto a buscar tu sonrisa.
Hermosa encuentra la vida quien la construye hermosa.
De veras, nunca estoy solo. Tan solo estoy triste cuando tus ojos huyen del sitio en que debimos encontrarnos por la tarde.