Tan grande como la turba de los admiradores es la turba de los envidiosos.
Es tan grande el placer que se experimenta al encontrar un hombre agradecido que vale la pena arriesgarse a hacer un ingrato.
Una era construye ciudades. Una hora las destruye.
Nunca fue fácil el aprendizaje de la virtud.
La amistad siempre es provechosa; el amor a veces hiere.
Un hombre sin pasiones está tan cerca de la estupidez que solo le falta abrir la boca para caer en ella.
No hay mayor causa de llanto que no poder llorar.
Teméis todas las cosas como mortales y todas las deseáis como inmortales.
No os espante la pobreza; nadie vive tan pobre como nació.
Nada nos enreda en mayores males que el atenernos a los rumores, en la creencia de que lo mejor es lo aceptado por consentimiento de muchos, y el seguir los ejemplos más numerosos, rigiéndonos, no p...
Las lágrimas del heredero son risas encubiertas.
No es deshonor no alcanzar una cosa, sino cesar de poner los medios.
¿qué no vence la virtud?.
Lo segundo, después de no errar, es vergüenza de haber errado.
El que llamas muerto, no murió, mas partió primero.
Muchas cosas no nos atrevemos a emprenderlas, no porque sean difíciles en sí, sino que son difíciles porque no nos atrevemos a emprenderlas.
La ira, si no es refrenada, es frecuentemente más dañina para nosotros que la injuria que la provoca.
Felicidad es no necesitar de ella.
Los que saben, mucho se admiran de pocas cosas. Los que no saben nada, se admiran de todo.
Nunca un peligro sin otro se vence.