Cortesana
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Una cortesana dijo a un mandarín: seré tuya si esperas cien noches bajo mi ventana. Y el mandarín esperó, hasta la nonagésimo novena noche, en que tomó el taburete y se fue.

Una cortesana llena de melindres es tan repugnante como un ladrón económico.

La gente cortesana suele ser dura con sus inferiores, porque instintivamente ejerce represalias de las humillaciones perpetuas a que se ve sometida en los palacios.
Con una pluma de ganso y unas cuantas hojas de papel, me burlo de mí mismo del universo. Dicen que soy el hijo de una cortesana, sino que puede ser así, pero tengo el corazón de un rey. Vivo libre,...

¿Acaso deben tenerse los ojos claros de la infancia cuando se tiene el alma de cortesana?