Frases de Adolfo Bioy Casares

Hay tanta gente que escribe para lucirse. . . Yo empecé así y fracasé hasta el día en que olvidé esas pretensiones.

Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros.

La eternidad es una de las raras virtudes de la literatura.

Ryunosuke Agutawa, escritor japonés, antes de quitarse la vida, compuso una lista de suicidas históricos en la que incluyó a Cristo.
Descifro las peores escrituras.
El título me hizo estremecer: "Lucía Vermehren: un recuerdo". Leí el poema y me pareció la fijación débil y perifrástica de sentimientos intensos; pe...

Escribir es agregar un cuarto a la casa de la vida.

Revolución: Movimiento político que ilusiona a muchos, desilusiona a más, incomoda a casi todos y enriquece extraordinariamente a unos pocos. Goza de firme prestigio.

En la vejez todo es triste y ridículo: hasta la muerte.

Llega un momento en la vida en que, haga uno lo que haga, solamente aburre. Queda entonces una manera de recuperar el prestigio: morir.

Un médico es la conjunción de un guardapolvo, un estetoscopio y una jerga.

Las mujeres son el impuesto que pagamos por el placer.
Creo que perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado; sus perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria: retener vivo todo el cuerpo. Solo habría que ...

La vida es una partida de ajedrez y nunca sabe uno a ciencia cierta cuándo está ganando o perdiendo.

Debió de recibir una buena noticia, porque ayer tenía el pelo blanco y hoy apareció completamente rubia.

Ya no estoy muerto, estoy enamorado.

Más exclusivamente que en la vigilia, en el sueño somos nosotros. Contribuimos con todo el reparto.
No espero nada. Esto no es horrible. Después de resolverlo, he ganado tranquilidad. Pero esa mujer me ha dado una esperanza. Debo temer las esperanzas. Tal vez toda esa higiene de no esperar sea un p...

No fue como si no me hubiera oído, como si no me hubiera visto; fue como si los oídos que tenía no sirvieran para oír, como si los ojos no sirvieran para ver.

¡La imaginación de la vejez para inventar fealdades!

El mismo lobo tiene momentos de debilidad, en que se pone del lado del cordero y piensa: Ojalá que huya.