El llanto es a veces el modo de expresar las cosas que no pueden decirse con palabras.
Cuando no comprendemos una cosa, es preciso declararla absurda o superior a nuestra inteligencia, y generalmente, se adopta la primera determinación.
Las fuerzas que se asocian para el bien no se suman, se multiplican.
El ruido de las carcajadas pasa. La fuerza de los razonamientos queda.
Todo poder cae a impulsos del mal que ha hecho. Cada falta que ha cometido se convierte, tarde o temprano, en un ariete que contribuye a derribarlo.
Un hombre aislado se siente débil, y lo es.
Las malas leyes hallarán siempre, y contribuirán a formar, hombres peores que ellas, encargados de ejecutarlas.
Todo lo que endurece, desmoraliza.
Sustituir el amor propio con el amor de los demás, es cambiar un insufrible tirano por un buen amigo.
La dignidad es el respeto que una persona tiene de sí misma y quien la tiene no puede hacer nada que lo vuelva despreciable a sus propios ojos.
El dolor es la dignidad de la desgracia.
El dolor, cuando no se convierte en verdugo, es un gran maestro.
El tedio es una enfermedad del entendimiento que no acontece sino a los ociosos.
En muchos casos hacemos por vanidad o por miedo, lo que haríamos por deber.
El pobre se arruina en el momento en que deja de ser sobrio.
Todas las cosas son imposibles, mientras lo parecen.
Abrid escuelas y se cerraran cárceles.
Absurdo sería pedir al cálculo lo que puede dar la abnegación.
La sociedad no puede en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género humano.
El error es un arma que acaba siempre por dispararse contra el que la emplea.