De los innumerables escalones que conducen a mi corazón él subió tan solo quizás dos o tres.
La tierra parece una magnífica flor de loto cuando el sol se alza sobre el paisaje nevado.
Distinta de un pez, mi alma se desliza sin agallas. Yo canto sobre un suspiro.
Puedo entregarme a ella en sus sueños, murmurándole sus propios poemas al oído mientras duerme a mi lado.
Dulce y triste, como un amor sobrecogido por largos suspiros de lo profundo de un sauce poco a poco va saliendo la luna.
Viniste al fin, y por eso dejé ir a las libélulas que conservaba cautivas entre mis cinco dedos este atardecer de otoño.
El bote se aleja y forma un camino blanco. Mi dolor y su huella.
¿Será porque siempre anhelas, corazón, que siempre enciendo una lámpara en el naranja del ocaso?.
El día que las montañas se mueven ha llegado. Aunque lo diga, nadie me cree. Las montañas, que en otro tiempo fueron activas entre llamas, solo duermen un rato. Mas, aunque lo hayáis olvidado, cre...