No es la pobreza la que aflige, sino la avaricia; así como no son las riquezas las que preservan de todo temor, sino la razón.
No nos perturban las cosas sino las opiniones que de ellas tenemos.
Los cuervos arrancan los ojos a los muertos cuando ya no les hacen falta; pero los aduladores destruyen las almas de los vivos cegándoles los ojos.
El error del anciano es que pretende enjuiciar el hoy con el criterio del ayer.
Si quieres ser bueno, cree primero que eres malo.
¿quieres dejar de pertenecer al número de los esclavos? rompe tus cadenas y desecha de ti todo temor y todo despecho.
No pretendas que las cosas ocurran como tu quieres. Desea, más bien, que se produzcan tal como se producen, y serás feliz.
La envidia es el adversario de los afortunados.
¿qué ganarías con injuriar a una piedra que es incapaz de oírte?. Pues bien, imita a la piedra y no oigas las injurias que te dirijan tus enemigos.
Engrandecerás a tu pueblo, no elevando los tejados de sus viviendas, sino las almas de sus habitantes.
La fuente de todas las miserias para el hombre no es la muerte, sino el miedo a la muerte.
Todos los asuntos tienen dos asas: por una son manejables, por la otra no.
Si no tienes ganas de ser frustrado jamás en tus deseos, no desees sino aquello que depende de ti.
Para juzgar si un hombre es libre no te pares a mirar sus dignidades, porque, al contrario, más esclavo es cuando más elevado cargo desempeña.
El deseo y la felicidad no pueden vivir juntos.
El que empieza a instruirse en la filosofía de todo se echa la culpa a sí mismo.
El hombre sabio no debe abstenerse de participar en el gobierno del Estado, pues es un delito renunciar a ser útil a los necesitados y un cobardía ceder el paso a los indignos.
Acusar a los demás de los infortunios propios es un signo de falta de educación. Acusarse a uno mismo, demuestra que la educación ha comenzado.
Solo el hombre culto es libre.
No se llega a campeón sin sudar.