Tanto más fatiga el bien deseado cundo la esperanza está más cerca de poseerlo.
Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas.
Más vale la pena en el rostro que la mancha en el corazón.
La mujer ha de ser dueña, y parecerlo, que es más.
No desees y serás el hombre más rico del mundo.
Encomiéndate a Dios de todo corazón, que muchas veces suele llover sus misericordias en el tiempo que están más secas las esperanzas.
Préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio.
¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan, sin que le quede obligación de agradecérselo a otro que al mismo cielo!
La abundancia de las cosas, aunque no sean buenas, hacen que no se estimen.
No hay carga más pesada que una mujer liviana.
Andan el pesar y el placer tan apareados que es simple el triste que se desespera y el alegre que se confía.
El agradecimiento que solo consiste en el deseo, es cosa muerta, como es muerta la fe sin obras.
Cada uno es como Dios le hizo, y aún peor muchas veces.
Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener.
¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso!
El progreso consiste en el cambio.
Pocas o ninguna vez se cumple con la ambición que no sea con daño de tercero.
Por la calle del ya voy se va a la casa del nunca.
No huye el que se retira.
El hacer una cosa por otra, lo mismo es que mentir.