No hay disfraz que pueda largo tiempo ocultar el amor donde lo hay, ni fingirlo donde no lo hay.
Las personas afortunadas se corrigen poco: Creen tener siempre razón mientras la fortuna sostiene su mala conducta.
Si quieres tener enemigos, supera a tus amigos; si quieres tener amigos, deja que tus amigos te superen.
Al orgullo no le gusta deber, y al amor propio no le gusta pagar.
A menudo se hace ostentación de las pasiones, aunque sean las más criminales; pero la envidia es una pasión cobarde y vergonzosa, que nadie se atreve nunca a admitir.
Hay poca gente lo bastante cuerda que prefiera la censura provechosa a la alabanza traidora.
Los espíritus mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance.
Es una prueba de poca amistad no darse cuenta del retraimiento de la de nuestros amigos.
Es más necesario estudiar a los hombres que a los libros.
La pasión hace idiotas a los hombres más inteligentes, y hace que los mayores idiotas sean inteligentes.
Si no tuviéramos defectos no sentiríamos tanto placer descubriendo los de los demás.
El medio más fácil para ser engañado es creerse más listo que los demás.
Aunque los hombres se jacten de sus grandes acciones, muchas veces no son el resultado de un gran designio, sino puro efecto del azar.
El orgullo interviene más aún que la bondad en nuestras represiones a quienes han cometido algún yerro, y les reprendemos más que para corregirles, para convencerles de que estamos exentos de él.
Nunca el hombre es tan ridículo por las cualidades que tiene, como por aquellas que cree tener.
El verdadero amor es como los espíritus: todos hablan de ellos, pero pocos los han visto.
La gratitud de muchos no es más que la secreta esperanza de recibir beneficios nuevos y mayores.
La verdadera prueba de que se ha nacido con grandes cualidades estriba en haber nacido sin envidia.
No hay tonto más molesto que el ingenioso.
Si en los hombres no aparece el lado ridículo, es que no lo hemos buscado bien.