La vida es como un viaje por la mar: hay días de calma y días de borrasca; lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco.
Bien sé que las mujeres aman, por lo regular, a quienes lo merecen menos. Es que las mujeres prefieren hacer limosnas a dar premios.
Dios castiga en los hijos las culpas de los padres, porque sabe que no hay mayor dolor para los padres que el dolor de los hijos.
El amor es como Don Quijote: cuando recobra el juicio es que esta para morir.
Si la gente nos oyera los pensamientos, pocos escaparíamos de estar encerrados por locos.
Nada fortifica tanto las almas como el silencio; que es como una oración íntima en que ofrecemos a Dios nuestras tristezas.
No hay nada que desespere tanto como ver mal interpretados nuestros sentimientos.
Solo temo a mis enemigos cuando empiezan a tener razón.
Muchos creen que tener talento es una suerte; nadie que la suerte pueda ser cuestión de tener talento.
No es humano el deber que por soñar con una humanidad perfecta es inexorable con los hombres.
Más se unen los hombres para compartir un mismo odio que un mismo amor.
No hay sentimiento que valga; el amor es una ocupación como otra cualquiera.
Es tan fea la envidia que siempre anda por el mundo disfrazada, y nunca más odiosa que cuando pretende disfrazarse de justicia.
En la pelea, se conoce al soldado; solo en la victoria, se conoce al caballero.
Ningún vanidoso siente celos.
El enemigo solo empieza a ser terrible cuando empieza a tener razon.
A perdonar solo se aprende en la vida cuando a nuestra vez hemos necesitado que nos perdonen mucho.
Nunca, como al morir un ser querido, necesitamos creer que hay un cielo.
Perdonar supone siempre un poco de olvido, un poco de desprecio y un mucho de comodidad.
Solo por nuestras obras, por nuestra acción, podemos saber de nuestra vida.