Podemos recuperar el terrero perdido. El tiempo perdido, no.
No hay subordinación en el temor que prevalece en los estómagos vacíos.
Si quieres tener éxito, promete todo y no cumplas nada.
Es necesario que la moral y las ideas políticas de la generación que está formándose dejen de depender de la noticia del día o de las circunstancias del momento.
El mayor orador del mundo es el triunfo.
Cuando no se teme a la muerte, se la hace penetrar en las filas enemigas.
Si no existiera el papa habría que crearlo para esta ocasión, como los cónsules romanos creaban un dictador ante situaciones dificiles.
Inglaterra y Francia tuvieron en sus manos la suerte del mundo, sobre todo la de la civilización europea. Cuánto mal nos hemos hecho y cuánto bien podríamos habernos hecho.
De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso.
No hay distancia que no se pueda recorrer ni meta que no se pueda alcanzar.
Cada uno de los movimientos de todos los individuos se realizan por tres únicas razones: por honor, por dinero o por amor.
Un hombre de estado debe tener el corazón en la cabeza.
Nuestro ridículo defecto nacional es no tener mayor enemigo de nuestro éxito y de nuestra gloria que nosotros mismos.
La mejor forma de cumplir con la palabra empeñada es no darla jamás.
Tengo corazón, mas corazón de soberano; no me apiado de las lágrimas de una duquesa, pero me afectan los males de los pueblos.
En política hay que sanar los males, jamás vengarlos.
La opinión pública es un poder al que nada resiste.
Hay tantas leyes que nadie está seguro de no ser colgado.
Imponer condiciones excesivamente duras es dispensar de su cumplimiento.
La muerte es un ensueño sin ensueños.