Colección de jose
Otras más variadas: El fin supremo de la ciencia es la verdad: el fin del Arte es el placer.
Gotthold Ephraim LessingRaramente confiaremos en alguien que es mejor que nosotros.
Albert CamusPuede ser que la religión esté muerta. Si es asÃ, mejor intentemos descubrir otras fuentes de fuerza moral, antes de que sea demasiado tarde.
Pearl BuckLa desobediencia es la base del verdadero hombre religioso; la desobediencia a todos los sacerdotes, los polÃticos y los intereses creados.
OshoGuardate tus miedos, pero comparte tu valentÃa con otros.
Robert Louis StevensonEl arte de la medicina consiste en mantener al paciente en buen estado de ánimo mientras la naturaleza le va curando.
VoltaireEl artista debe ser mezcla de niño, hombre y mujer.
Ernesto SábatoElegÃa
Ahora te soñé, asà como eras: sin deslices en la voz,
con inmóviles sombras en los brazos
y tus genitales segundos de estatua.
Asà como eres todavÃa: copiándote a ti misma,
cuando no eres ya sino la espuma de tu propia vida.
Bien te sentà en mi sueño como verso divinizado.
Mi tristeza no cabÃa en el fondo de mi dolor
y fue a manchar la noche de violeta.
El propio ruido de tus piernas habrÃa despertado
los estanques, los recuerdos que a veces olvidamos
en los huecos de los jardines,
las horas que nunca fueron más allá
de donde hoy se desangran segundo por segundo,
el silencio de muchas ventanas,
antiguos y pulidos razonamientos, montañas de destinos.
De un seno tuyo al otro sollozaba un poco de ternura.
Anoche te soñé y no puedo decirte mañana mi secreto
-porque el amor es un magnÃfico manzano
con frutos de metal envueltos en piel de inteligencia,
con hojas que recuerdan gravemente el futuro
y raÃces como brazos sumidos en una nieve de santidad-,
la misma ruta de mis dedos no podrÃa encontrarte
ahà donde te guardas tan perfecta.
Yo no sabrÃa elegir sino violentamente mi presencia:
te llenarÃa de asombro; acaso tu memoria no me crea.
Mi fatiga te gritarÃa un absoluto amor.
Por el cristal de aumento de la luna
la sonrisa de Dios estallarÃa.
Arquitectura es cuestión de armonÃas, una pura creación del espÃritu. Empleando piedra, madera, hormigón, se construyen casas, palacios; eso es construcción: el ingeniero trabajando; pero en un instante, tocas mi corazón, me haces bien, me siento feliz y digo: esto es hermoso, esto es arquitectura, el arte entra en mÃ.
Le CorbusierAsÃ, en infinitas tardes, fui penetrando en el canto de la llanura, gracias a esos paisanos. Ellos fueron mis maestros. Ellos, y luego multitud de paisanos que la vida me fue arrimando con el tiempo. Cada cual tenÃa 'su' estilo. Cada cual expresaba, tocando o cantando, los asuntos que la pampa le dictaba.
Atahualpa YupanquiNingún dÃa es demasiado largo para el que trabaja.
SénecaEl Centro Del Amor
El centro del amor
no siempre coincide
con el centro de la vida.
Ambos centros se buscan entonces
como dos animales atribulados.
Pero casi nunca se encuentran,
porque la clave de la coincidencia es otra:
nacer juntos.
Nacer juntos,
como debieran nacer y morir
todos los amantes.
Se dirá que el placer de la aventura mental es raro, que pocos pueden apreciarlo y que la educación ordinaria no tiene en cuenta un bien tan aristocrático. Yo no lo creo. El placer de la aventura mental es mucho más común en el joven que en los hombres y mujeres mayores. . . Es raro en la vida adulta porque se hace todo lo posible por matarlo mientras dura la educación.
Bertrand RussellLa ópera es la verdad de la mentira;el cine es la mentira de la verdad.
Ramón Gómez De La SernaLa palabra sincera huye, como niña decorosa, de los comedores renales.
José MartÃLa vida no es sino una continua sucesión de oportunidades para sobrevivir.
Gabriel GarcÃa MárquezLa virtud femenina no es más que una conveniente invención masculina.
Anne De LenclósLa guerra es una serie de catástrofes que da lugar a una victoria.
Georges ClemenceauLa gente a la que se honraba en La Biblia eran los falsos profetas. Aquellos a quienes nosotros llamamos los profetas era a quienes se encarcelaba y mandaba al desierto, y de allà en más.
Noam ChomskyUn sabor eterno se nos ha prometido, y el alma lo recuerda.
Leopoldo Marechal