¿Qué mayor dolor puede haber para los mortales que ver muertos a sus hijos?
Lo esperado no sucede, es lo inesperado lo que acontece.
Donde no hay vino no hay amor.
Es un dichoso infortunio el no tener hijos.
No llames jamás feliz a un mortal hasta que no hayas visto cómo, en su último día, desciende a la tumba.
Es más fácil dar consejos que sufrir con fortaleza la adversidad.
Las ganancias mal logradas reportan pérdidas.
No hay en el mundo nada peor que una mujer, excepto otra mujer.
No hay ningún hombre absolutamente libre. Es esclavo de la riqueza, o de la fortuna, o de las leyes, o bien el pueblo le impide obrar con arreglo a su exclusiva voluntad.
Más celos da a la maldad la virtud que el vicio.
¿Quién sabe si morir no será vivir y lo que los mortales llaman vida será la muerte?
Si pudiéramos ser jóvenes dos veces y dos veces viejos, corregiríamos todos nuestro errores.
Pero la felicidad es inconstante, y cuando la aflicción viene después de la dicha, la vida es intolerable al hombre.
A los muertos no les importa cómo son sus funerales. Las exequias suntuosas sirven para satisfacer la vanidad de los vivos.
Al sostener que existen los dioses, ¿no será que nos engañamos con mentiras y sueños irreales, siendo que solo el azar y el cambio mismo controlan el mundo?
El hombre no vive de pan, sino de verdad.
Un hombre viejo no es más que una voz y una sombra.
Junto con el éxito viene la reputación de sabiduría
Plata y oro no son la única moneda, la virtud también pasa corriente por todo el mundo.
Aquellos a quienes Dios quiere destruir, primero hace loco.