El espíritu humano avanza de continuo, pero siempre en espiral.
¿Cuál es el mejor gobierno? El que nos enseña a gobernarnos a nosotros mismos.
Pensar es más interesante que saber, pero menos interesante que mirar.
Es un gran error creerse más de lo que uno es, o menos de lo que uno vale.
Lo que no comprendemos no lo poseemos.
Las palabras de aliento después de la censura son como el sol tras el aguacero.
Las grandes pasiones son enfermedades incurables. Lo que podría curarlas las haría verdaderamente peligrosas.
Lo que heredaste de tus padres, conquístalo para poseerlo.
¿Quién osó luchar con los dioses, y quién con el Único? Es hermoso ser un discípulo de Homero, aunque sea el último.
Cuando más desquiciada está la vida de la mente, más abandonada a sí misma queda la máquina de la materia.
Nunca se desprende uno de lo que le pertenece, aunque lo tire o lo regale.
Los perezosos siempre hablan de lo que piensan hacer, de lo que harán; los que de veras hacen algo no tienen tiempo de hablar ni de lo que hacen.
Un loco enamorado sería capaz de hacer fuegos artificiales con el sol, la luna y las estrellas, para recuperar a su amada.
Solo es digno de libertad quien sabe conquistarla cada día.
La existencia dividida por la razón deja siempre un resto.
Uno tiene que ser algo para poder hacer algo.
Si se quisieran estudiar todas las leyes, no habría tiempo material de infringirlas.
La esperanza es la segunda alma del desdichado.
Es muy común recordar que alguien nos debe agradecimiento, pero es más común no pensar en quienes le debemos nuestra propia gratitud.
De muchos modos son las flechas del amor:
unas raspan... y azogan durante años el alma.
Con espléndidas plumas y recién
afiladas, otras tocan la médula
prenden fuego a la sangre.