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Como la vista en el cuerpo, la inteligencia en el alma.
Estimamos suficiente lo que por si solo hace deseable la vida y no necesita nada.
El mando de muchos no es bueno; basta un solo jefe.
El ser inmóvil mueve como objeto del amor, y lo que él mueve imprime el movimiento a todo lo demás.
Nuestro carácter es el resultado de nuestra conducta.
No hay que empezar siempre por la noción primera de las cosas que se estudian, sino por aquello que puede facilitar el aprendizaje.
La sabiduría es un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad.
Lo que está en nuestro poder hacer, también está en nuestro no poder hacerlo.
Puesto que lo porvenir no está oculto, concluimos que la felicidad es fin y completamente perfecta en todos sentidos.
Para lograr el éxito, mantenga un aspecto bronceado, viva en un edificio elegante, aunque sea en el sótano, déjese ver en los restaurantes de moda, aunque solo se tome una copa, y si pide prestado,...
Enseñar no es una función vital, porque no tienen el fin en sí misma; la función vital es aprender.
El hombre que se mantiene en el justo medio lleva el nombre de sobrio y moderado.
Saber es acordarse.
La excelencia moral es resultado del hábito. Nos volvemos justos realizando actos de justicia; templados, realizando actos de templanza; valientes, realizando actos de valentía.
A fuerza de construir bien, se llega a buen arquitecto.
Los discursos inspiran menos confianza que las acciones.
Los que obran bien son los únicos que pueden aspirar en la vida a la felicidad.
Como la vista es al cuerpo, la razón es al espíritu.
Un amigo fiel es un alma en dos cuerpos.
Por esto se discute también si la felicidad es algo que puede aprenderse o adquirirse por costumbre o si sobreviene por algún destino.
Se ha dicho con razón que el bien es aquello a que todas las cosas, tienden.
Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta.
El verdadero discípulo es el que supera al maestro.
Todos o casi todos distinguen el alma por tres de sus atributos: el movimiento, la sensación y la incorporeidad.
Porque deleitarse es algo anímico, y para cada uno es placentero aquello de lo que se dice aficionado.
La verdadera felicidad consiste en hacer el bien.
Si el espíritu es un atributo divino, una existencia conforme al espíritu será verdaderamente divina.
Todos los aduladores son mercenarios, y todos los hombres de bajo espíritu son aduladores.
Nunca se alcanza la verdad total, ni nunca se está totalmente alejado de ella.
Los dialécticos y los sofistas, en sus disquisiciones, se revisten de la apariencia de filósofos.
Así como los ojos de los murciélagos se ofuscan a la luz del día, de la misma manera a la inteligencia de nuestra alma la ofuscan las cosas evidentes.
El que posee las nociones más exactas sobre las causas de las cosas y es capaz de dar perfecta cuenta de ellas en su enseñanza, es más sabio que todos los demás en cualquier otra ciencia.
No hace falta un gobierno perfecto; se necesita uno que sea práctico.
El fin de la ciencia especulativa es la verdad, y el fin de la ciencia práctica es la acción.
Porque el hombre bueno es propenso a ceder.
También elogiamos al sabio por su habito, y a los hábitos dignos de elogio los llamamos virtudes.
Si sobrevienen males, oprimen y corrompen la felicidad, porque traen aflicciones; Sin embargo, también en estos resplandece la nobleza.
No se puede desatar un nudo sin saber cómo está hecho.
Es preciso preferir la soberanía de la ley a la de uno de los ciudadanos.
La esperanza es el sueño del hombre despierto.