Colección de pepe

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La soberbia es la rabia dell impotente.

Francisco Rubio Bermejo

El hombre más feliz del mundo es aquel que sepa reconocer los méritos de los demás y pueda alegrarse del bien ajeno como si fuera propio.

Johann Wolfgang Von Goethe

El pueblo es una fiera de múltiples cabezas.

Alexander Pope

La música puede dar nombre a lo innombrable y comunicar lo desconocido.

Leonard Bernstein

Empieza cada día con una sonrisa y mantenla todo el dia.

W. C. Fields

El que busca el cielo en la tierra se ha dormido en clase de geografía.

Stanislaw Jerzy Lec

Para todo problema humano hay siempre una solución fácil, clara, plausible y equivocada.

Henry Louis Mencken

Darse no tiene sentido más que si uno se posee.

Albert Camus

El amor es tan importante como la comida. Pero no alimenta.

Gabriel García Márquez

El mejor matrimonio sería aquel que reuniese a una mujer ciega con un marido sordo.

Michel De Montaigne

Ser honrado tal como anda el mundo, equivale a ser un hombre escogido entre diez mil.

William Shakespeare

Deben buscarse los amigos como los buenos libros. No está la felicidad en que sean muchos ni muy curiosos; sino pocos, buenos y bien conocidos.

Mateo Alemán

Si dudo, si me alucino, vivo. Si me engaño, existo. ¿Cómo engañarme al afirmar que existo, si tengo que existir para engañarme?

San Agustín

Presta dinero a tu enemigo y lo ganarás a él; préstalo a tu amigo y lo perderás.

Benjamin Franklin

Desprecia la literatura en la que los autores delatan todas sus intimidades y las de sus amigos. La persona que pierde su intimidad, lo pierde todo.

Milan Kundera

Si vives temeroso de perder algo, no te preocupes que ya lo perdiste.

Edgar López Vargas

No está mal ser bella; lo que está mal es la obligación de serlo.

Susan Sontag

Los viejos lo creen todo; los adultos todo lo sospechan; mientras que los jóvenes todo lo saben.

Oscar Wilde

El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa.

Friedrich Nietzsche

Retornos Del Amor En Una Azotea

Poblado estoy de muchas azoteas.
Sobre la mar se tienden las más blancas,
dispuestas a zarpar al sol, llevando
como velas las sábanas tendidas.
Otras dan a los campos, pero hay una
que solo da al amor, cara a los montes.
Y es la que siempre vuelve.

Allí el amor peinaba sus geranios,
conducía las rosas y jazmines
por las barandas y en la ardiente noche
se deshacía en una fresca lluvia.

Lejos, las cumbres, soportando el peso
de las grandes estrellas, lo velaban.
¿Cuándo el amor vivió más venturoso
ni cuándo entre las flores
recién regadas fuera
con más alma en la sangre poseído?

Subía el silbo de los trenes. Tiemblos
de farolillos de verbena y músicas
de los quioscos y encendidos árboles
remontaban y súbitos diluvios
de cometas veloces que vertían
en sus ojos fugaces resplandores.

Fue la más bella edad del corazón. Retorna
hoy tan distante en que la estoy soñando
sobre este viejo tronco, en un camino
que no me lleva ya a ninguna parte.

Rafael Alberti