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El remordimiento es como la mordedura de un perro en una piedra: una tontería.
Lo que hacemos no es nunca comprendido, y siempre es acogido solo por los elogios o por la crítica.
En la venganza, como en el amor, la mujer es más bárbara que el hombre.
Mucho tienen que hacer los padres para compensar el hecho de tener hijos.
El amor y el odio no son ciegos, sino que están cegados por el fuego que llevan dentro.
Todos los pozos profundos viven con lentitud sus experiencias: tienen que esperar largo tiempo hasta saber qué fue lo que cayó en su profundidad.
Cuando me encuentro con una criatura, encuentro la voluntad del poder.
El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa.
Cuando trates con una mujer no olvides el látigo.
La guerra vuelve estúpido al vencedor y rencoroso al vencido.
Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal.
Todo el que disfruta cree que lo que importa del árbol es el fruto, cuando en realidad es la semilla. He aquí la diferencia entre los que creen y los que disfrutan.
Olvida uno su falta después de haberla confesado a otro, pero normalmente el otro no la olvida.
Cómo podrías renacer sin antes haber quedado reducido a ceniza.
No pocas veces ya he dicho adiós; conozco las horas desgarradoras de la despedida.
No se odia mientras se menosprecia. No se odia más que al igual o al superior.
Toda convicción es una cárcel.
Siempre habíais sido lo más caro a mi corazón, mi posesión y mi obsesión; por eso tuvisteis que morir prematuramente.
Fe: no querer saber la verdad.
Ser feliz en la contemplación serena, con la voluntad extinguida, sin la codicia y el afán del egoísmo, frío y gris de pies a cabeza, pero con ojos ebrios de luna.
La persona que tiene mucha alegría es necesariamente buena: pero tal vez no sea la más lista, aunque consigue precisamente aquello que la más lista trata de conseguir con toda su listeza.
Dos cosas quiere el hombre de verdad: el peligro y el juego. Por eso quiere la mujer, que es el juguete más peligroso.
No digas que el tiempo pasado fue mejor que el presente; las virtudes son las que hacen los buenos tiempos y los vicios los que los vuelven malos.
Quien tiene muchos vicios, tiene muchos amos.
No se desprecia a todos los que tienen vicios, pero sí a los que no tienen ninguna virtud.
Al comienzo fueron vicios, hoy son costumbres.
El más irreprochable de los vicios es hacer el mal por necedad.
¡ay los vicios humanos! son ellos los que contienen la prueba de nuestro amor por el infinito.
Los hombres que tienen los mismos vicios se sostienen mutuamente.
Nuestras virtudes son, a menudo, hijas bastardas de nuestros vicios.
Todos los vicios, con tal de que estén de moda, pasan por virtudes.
El ocio es un vicio que arrastra consigo a muchos otros vicios.
Quien vive entre los deleites y los vicios ha de expiarlos luego con la humillación y la miseria.
Los vicios se aprenden sin maestro.
Los vicios que se manifiestan son los más ligeros: los peligrosos son aquellos que se esconden bajo la virtud.
La envidia, el más mezquino de los vicios, se arrastra por el suelo como una serpiente.
La virtud es el punto medio entre dos vicios opuestos.
Ninguno nace libre de vicios; y el hombre más perfecto es aquel que solo tiene los pequeños.
El respeto de sí mismo es, después de la religión, el principal freno de los vicios.
La pasión por la literatura, como todos los buenos vicios, se acrecienta con el paso de los años.