Frases de miedo al amor ( 229 )
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Quien no es envidiado, no es digno de serlo.

Cuando la edad enfría la sangre y los placeres son cosa del pasado, el recuerdo más querido sigue siendo el último, y nuestra evocación más dulce, la del primer beso.

Por tus besos vendería el porvenir.

Es una necedad arrancarse los cabellos en los momentos de aflicción, como si ésta pudiera ser aliviada por la calvicie.

No hay mejor alegría que la que mejor alegría difunde entre los demás.

Quien bien te quiere te hará llorar.

La esperanza hace que agite el naufrago sus brazos en medio de las aguas, aún cuando no vea tierra por ningún lado.

Un corazón grande se llena con poco.

La desesperanza está fundada en lo que sabemos, que es nada. Y la esperanza sobre lo que ignoramos, que es todo.

No se debe intentar contentar a los que no se van a contentar.

Mira a la derecha y a la izquierda del tiempo y que tu corazón aprenda a estar tranquilo.

Toda la felicidad que la humanidad puede alcanzar, está, no en el placer, sino en el descanso del dolor.

La fe engaña a los hombres, pero da brillo a la mirada.

La diferencia engendra odio.

El hombre se complace en enumerar sus pesares, pero no enumera sus alegrías.

¡Oh envidia, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes!.

Hay cuerdas en el corazón humano que sería mejor no hacerlas vibrar.

Soportaría gustosa una docena más de desencantos amorosos, si ello me ayudara a perder un par de kilos.

La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren.

Todo el que cree, piensa. Porque la fe, si lo que cree no se piensa, es nula.

¿Cuál es la felicidad que no tiene algo de pena?

La ciencia heredada de cien generaciones y el orgullo fruto de cuatro mil años de historia huyen como esclavos cogidos en falta ante la amenaza tempestuosa de un sentimiento.

Hay que atender no solo a lo que cada cual dice, sino a lo que siente y al motivo porque lo siente.

La felicidad no es algo que se experimenta sino algo que se recuerda.

Contra los valores afectivos no valen razones, porque las razones no son nada más que razones, es decir, ni siquiera verdad.

A un gran corazón, ninguna ingratitud lo cierra, ninguna indiferencia lo cansa.

La esperanza del bien es ya un gran bien.

La vida nos enseña que no podemos ser felices sino al precio de cierta ignorancia.

Faltan palabras a la lengua para los sentimientos del alma.

La envidia es causada por ver a otro gozar de lo que deseamos; los celos, por ver a otro poseer lo que quisiéramos poseer nosotros.

La satisfacción es la única señal de la sinceridad del placer.

Cada uno tiene la edad de su corazón.

No hay que morir por el otro, sino vivir para disfrutar juntos.

Al deseo, acompañado de la idea de satisfacerse, se le denomina esperanza; despojado de tal idea, desesperación.

Hay dos maneras de conseguir la felicidad, una hacerse el idiota; otra serlo.

He cometido el peor de los pecados, quise ser feliz.

Con frecuencia, algunos buscan la felicidad como se buscan los lentes cuando se tienen sobre la nariz.

A dónde irán los besos que guardamos, que no damos.

Junta tu frente a la mía y enlaza tu mano, y haz juramentos que mañana ya habrás roto.

La alegría no produce buenas historias.