Frases-de-reconocimiento ( 61 )
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Solo temo a mis enemigos cuando empiezan a tener razón.
Ningún hombre es tan tonto como para desear la guerra y no la paz; pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba, en la guerra son los padres quienes llevan a los hijos a la tumba.

Muchos creen que tener talento es una suerte; nadie que la suerte pueda ser cuestión de tener talento.

El azar solo favorece a quien sabe cortejarlo.

Discutir en el peligro es apretar el dogal.

No es dichoso aquél a quien la fortuna no puede dar más, sino aquel a quien no puede quitar nada.

No puedo desear que ganen los buenos, ya que ignoro quienes son.

Lo único bueno de equivocarse es la alegría que produce a los demás.

Los cazadores atrapan las liebres con los perros; muchos hombres atrapan a los ignorantes con la adulación.

Nada revela tanto el carácter de una persona como su voz.

Útil es todo lo que nos da felicidad.

Un barco no debería navegar con una sola ancla, ni la vida con una sola esperanza.

Los seres humanos hacen su propia historia, aunque bajo circunstancias influidas por el pasado.

Condenar el progreso en todo es olvidarse de los vergeles que ha hecho posible la desalinización del agua de mar, idealizarlo es olvidarse de Hiroshima.

Todo hombre se parece a su dolor.

Nunca la naturaleza dice una cosa y la sabiduría otra.

Ayudadme a comprender lo que os digo y os lo explicaré mejor.

Todos los cementerios del mundo están llenos de gente que se consideraba imprescindible.

Sucede a veces que se discute porque no se llega a comprender lo que pretende demostrar nuestro interlocutor.

Los ángeles pueden volar porque se toman a sí mismos a la ligera.

Las mujeres no son otra cosa que máquinas de producir hijos.

Paciencia: forma menor de desesperación disfrazada de virtud.

Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera.

En la vejez se aprende mejor a esconder los fracasos; en la juventud, a soportarlos.

Los viajes solo son necesarios para las imaginaciones menguadas.

No hay una edad para empezar a ser galante ni para dejar de serlo.

Nada existe más dulce que la miel. Excepto el dinero.

La victoria y el fracaso son dos imposibles, y hay que recibirlos con idéntica serenidad y con saludable punto de desdén.

Llegará un día en que nuestros hijos, llenos de vergüenza, recordarán estos días extraños en los que la honestidad más simple era calificada de coraje.

Una cosa sobre todo hace sugestivo el pensamiento humano: es la inquietud.

Quizá, el camino más directo para conquistar la fama sea el afirmar con seguridad y pertinencia y, por cuantos modos sea posible, el haberla conquistado.

Cuando me dicen que soy demasiado viejo para hacer una cosa, procuro hacerla enseguida.

La mayor desgracia es merecer la desgracia.

¡Estoy horrorizado! No sé si el mundo está lleno de hombres inteligentes que lo disimulan... o de imbéciles que no se recatan de serlo.

Actuar es fácil, pensar es difícil; actuar según se piensa es aún más difícil.

No tengo ninguna estima por el hombre que a los veinte años no ha sido nacionalista o comunista.

Toda reforma impuesta por la violencia no corregirá nada el mal: el buen juicio no necesita de la violencia.

No hay tonto más molesto que el ingenioso.

Todo poder cae a impulsos del mal que ha hecho. Cada falta que ha cometido se convierte, tarde o temprano, en un ariete que contribuye a derribarlo.

Trabaja en algo, para que el diablo te encuentre siempre ocupado.