Frases de hermanos de sangre
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No creo en la llamada de la sangre. La sangre no hace hermanos ni hijos. Conozco hermanos de sangre y padres e hijos que no se hablan o no se respetan.

Mis intenciones no son otras que el evitar la efusión de sangre entre hermanos.

Muchos de ellos, por complacer a tiranos, por un puñado de monedas, o por cohecho o soborno están traicionando y derramando la sangre de sus hermanos.

Juntos compartimos los azares de la guerra, la desolación de nuestros hogares, el derramamiento de sangre de nuestros hermanos, y los toques marciales de los clarines de la victoria
Cuando el Hijo de Dios, lleno de un amor infinito, se dignó verter su sangre preciosa por la salvación del mundo, llamó a todos los hombres hermanos, haciéndoles igualmente hijos de la Virgen MarÃ...
Hombro con hombro, una cadena de hermanos, una sangre no ya encerrada en la mezquina circulación del cuerpo, sino circulando con una dulzura y sin embargo regresando sin fin a través de China.

Es parentesco sin sangre una amistad verdadera.

No es la carne y la sangre, sino el corazón, lo que nos hace padres e hijos.

Yo desprecié los grados y distinciones. Aspiraba a un destino más honroso: derramar mi sangre por la libertad de mi patria.

Los amigos son como la sangre, cuando se está herido acuden sin que se los llame.

Hermanos y hermanas de otras razas, de otro color, pero con el mismo corazón.

La sangre sirve solo para lavar las manos de la ambición.

El vÃnculo que une a tu auténtica famÃlia no es de sangre, sino de respeto y goce mutuo.

Mejor comer pan de mendigo con quienes amamos vivir, que llevar la culpa consigo y probar su sangre en rico festÃn.

Después de la propia sangre, lo mejor que el hombre puede dar de si mismo es una lágrima.

Quien dice que ama a Dios, a quien no ve, y no ama a sus hermanos, a quienes ve, ese es un mentiroso.

Quien escribe con sangre, y escribe sentencias, ha de ser no leÃdo, sino aprendido de memoria.

La letra con sangre entra.

No tengo nada que ofrecer aparte de sangre, sudor y lágrimas.

No hay nada que pueda quitar la libertad a un hombre salvo otros hombres. Para ser libre, un hombre debe ser libre de sus hermanos.

Quiero estar en tu sueño. Ser tu sueño. Penetrar más allá de lo que advierte la mirada sutil. Como beleño recorrer, galopar tu sangre inerte.

La sangre de los buenos, no se vierte nunca en vano.

El amigo ha de ser corno la sangre, que acude luego a la herida sin esperar a que le llamen.

La civilización es una terrible planta que no vegeta y no florece si no es regada de lágrimas y de sangre.

Veo los peligros de la vida presente; peligro en el mar, peligro en la tierra y peligro en los falsos hermanos.

Los grandes derechos no se compran con lágrimas, sino con sangre.

Hierve la sangre juvenil, se exalta lleno de aliento el corazón, y audaz el loco pensamiento sueña y cree que el hombre es, cual los dioses, inmortal.

La polÃtica es una guerra sin efusión de sangre; la guerra una polÃtica con efusión de sangre.

No considero nada vergonzoso honrar a los hermanos.

No hay revolución sin revolucionarios - los revolucionarios de todo el mundo somos hermanos.

Desde que te sabemos hasta donde te recordamos. En tu memoria siempre nuestra sangre se mezcló con tus entrañas.

La sangre se hereda, el vicio se apega.

Si eres mi sangre cómo no estás en mis venas, pasando y repasando mi corazón que no duerme.

No diré que esa noche que solo a ti te digo se me encendió en la sangre lo que soñé contigo

Mares y cielos de mi sangre tuya navegamos los dos. No me despiertes. No te despiertes, no, sueña la vida.

El cuerpo canta; la sangre aúlla; la tierra charla; la mar murmura; el cielo calla y el hombre escucha.

Aprehender, sÃ. Primero asimilando los matices y contornos ocultos. Lo húmedo, lo tibio, y si soy afortunado el rumor de tu sangre abriendo zanja en la vida.
Cada hombre lleva un fantasma de mujer, no en la imaginación que entonces serÃa fácil de expulsarle; sino circulando en su sangre, y cada mujer un fantasma más o menos concreto de hombre.

Poetas, no perdamos el tiempo, trabajemos, que al corazón le llega poca sangre.

El poder pudre la sangre y oscurece el pensamiento.