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Tenemos la suficiente religión para odiarnos unos a otros, pero no la bastante para amarnos.
El papel de las mujeres en el progreso de la civilización es mucho mayor que el del hombre, por lo que debería desarrollar sus aptitudes de acuerdo con su naturaleza, sin imitar a los hombres.
En cuanto el alma pierde la aureola juvenil, los generosos torneos por el aplauso son sustituidos por las egoístas competencias por el dinero.
Donde quiera que veáis la moderación sin tristeza, la concordia sin esclavitud, la abundancia sin profusión, decid confiadamente; es un ser venturoso el que aquí manda.
Es absurdo que un pueblo cifre sus esperanzas de redención y ventura en formas de gobierno que desconoce.
Una cosa es continuar la historia y otra repetirla.
La multitud de leyes frecuentemente presta excusas a los vicios.
Muchos que se adelantaron a su tiempo tuvieron que esperarlo en sitios poco cómodos.
Gobernar es el arte de crear problemas con cuya solución mantener a la población en vilo.
La prueba suprema de virtud consiste en poseer un poder ilimitado sin abusar de él.
Nadie que esté entusiasmado con su trabajo puede temer nada de la vida.
Una conducta desarreglada aguza el ingenio y falsea el juicio.
Solamente el hombre religioso es siempre el mismo. Porque su Dios no cambia.
Basta el instante de un cerrar de ojos para hacer de un hombre pacífico un guerrero.
Los legisladores necesitan ciertamente una escuela de moral.
¿Qué hombre inteligente si le dieran a elegir escoger entre vivir sin rosas o vivir sin berzas no correría a asegurar las berzas?
Las costumbres del que nos habla nos convencen más que sus razonamientos.
Los privilegios acabarán, pero el pueblo es eterno.
Los medios de comunicación han acostumbrado a ciertos sectores sociales a escuchar lo que «halaga los oídos».
La forma más rápida de doblar tu dinero es plegar los billetes y metértelos de nuevo en el bolsillo.
Todas las guerras son santas, os desafío a que encontréis un beligerante que no crea tener el cielo de su parte.
Ciudad grande, soledad grande.
Los hombres, tal como son, se inclinan por naturaleza a ir en pos del dinero o del poder, y del poder porque vale tanto como el dinero.
El primer error que se comete en los negocios públicos es consagrarse a ellos.
El pueblo es aquella parte del Estado que no sabe lo que quiere.
La historia es cuestión de supervivencia. Si no tuviéramos pasado, estaríamos desprovistos de la impresión que define a nuestro ser.
Con el dinero sucede lo mismo que con el papel higiénico; cuando se necesita, se necesita urgentemente.
Si no queréis trabajar, necesitáis trabajar para ganar suficiente dinero para no trabajar más.
La ley no ha sido establecida por el ingenio de los hombres, ni por el mandamiento de los pueblos, sino que es algo eterno que rige el Universo con la sabiduría del imperar y del prohibir.
¿Uno que no sepa gobernarse a sí mismo, cómo sabrá gobernar a los demás?.
Aquel que gobierna por medio de su excelencia moral puede compararse a la estrella polar, que permanece en su sitio en tanto todas las demás estrellas se inclinan ante ella.
Nadie recordaría al buen samaritano, si además de buenas intenciones no hubiera tenido dinero.
La sociedad está dividida en dos grandes clases: la de los que tienen más comida que apetito y la de los que tienen más apetito que comida.
Perder el dinero es a menudo un delito; adquirirlo por malas artes es aún peor, y malgastarlo es lo peor de todo.
La multitud no envejece ni adquiere sabiduría: siempre permanece en la infancia.
La ley de la sociedad es cada uno para todos y todos para cada uno.
La religión es el conocimiento de todos nuestros deberes como mandamientos divinos.
Bien sé que las mujeres aman, por lo regular, a quienes lo merecen menos. Es que las mujeres prefieren hacer limosnas a dar premios.
La historia es un incesante volver a empezar.
El hombre tiene que establecer un final para la guerra. Sino, ésta establecerá un fin para la humanidad.