Walt whitman poemas de amor ( 174 )
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Hay una manera de contribuir a la protección de la humanidad, y es no resignarse.

En algún lugar del alma se extienden los desiertos de la pérdida, del dolor fermentado; oscuros páramos agazapados tras los parajes de los días.

Lo horrible de este mundo es que buscamos con el mismo ardor el hacernos felices y el impedir que los demás lo sean.

No vivimos nunca, sino que esperamos vivir; y disponiéndonos siempre a ser felices, es inevitable que no lo seamos nunca.

Cuando los sabios se enamoran parecen tontos; cuando se enamoran los tontos, parecen tan tontos como antes.

¿hasta cuándo vamos a seguir creyendo que la felicidad no es más que uno de los juegos de la ilusión?.

No son nube ni flor los que enamoran; eres tú, corazón, triste o dichoso, ya del dolor y del placer el árbitro, quien seca el mar y hace habitar el polo.
¿la cuestión de la fe? me la planteo todos los días, sin cesar. He dicho no. He dicho no a dios, si se me permite expresarme de esta manera brutal; pero la cuestión se replantea a cada instante. E...

Cuando odiamos a alguien, odiamos en su imagen algo que está dentro de nosotros.

Ten buena conciencia y tendrás siempre alegría. Si alguna alegría hay en el mundo la tiene seguramente el hombre de corazón puro.

Vale más actuar exponiéndose a arrepentirse de ello, que arrepentirse de no haber hecho nada.

Los celos cuando son furiosos, producen más crímenes que el interés y ambición.

La esperanza es un árbol en flor que se balancea dulcemente al soplo de las ilusiones.
El hombre feliz es el que vive objetivamente, el que es libre en sus afectos y tiene amplios intereses, el que se asegura la felicidad por medio de estos intereses y afectos que, a su vez, le conviert...

No quiero pensar porque no quiero que el dolor del corazón se una al dolor del pensamiento.
El verdadero dolor, el que nos hace sufrir profundamente, hace a veces serio y constante hasta al hombre irreflexivo; incluso los pobres de espíritu se vuelven más inteligentes después de un gran d...

¿Qué es un envidioso?. Un ingrato que detesta la luz que le alumbra y le calienta.

Se habla sin cesar contra las pasiones. Se las considera la fuente de todo mal humano, pero se olvida que también lo son de todo placer.

Por muchas riquezas que el hombre posea y por grandes que sean la salud y las comodidades que disfrute, no se siente satisfecho si no cuenta con la estimación de los demás.

En medio del clamor de los aplausos, el hombre inteligente cerrará los ojos, y con la mente pedirá a los que le aclaman: ¡Perdón por haber vencido!.

La felicidad nos espera en algún sitio a condición de que no vayamos a buscarla.

Cuando se habla de estar enamorado como un loco se exagera; en general, se está enamorado como un tonto.

Las verdades que revela la inteligencia permanecen estériles. Solo el corazón es capaz de fecundar los sueños.

Si quieres comprender la palabra felicidad, tienes que entenderla como recompensa y no como fin.

No acometas obra alguna con la furia de la pasión; equivale a hacerse a la mar en plena borrasca.

Lo que hace tan agudo el dolor de los celos es que la vanidad no puede ayudar a soportarlo.

Toda ciencia viene del dolor. El dolor busca siempre la causa de las cosas, mientras que el bienestar se inclina a estar quieto y a no volver la mirada atrás.

Ser estúpido, egoísta y estar bien de salud, he aquí las tres condiciones que se requieren para ser feliz. Pero si os falta la primera, estáis perdidos.

Nada que un hombre haga lo envilece más que el permitirse caer tan bajo como para odiar a alguien.

Hasta los sentimientos buenos, si se exaltan en demasía, son capaces de conducirnos a errores deplorables.

Hay que amar lo que es digno de ser amado y odiar lo que es odioso, más hace falta buen criterio para distinguir entre lo uno y lo otro.

La providencia nos ha dado el sueño y la esperanza como compensación a los cuidados de la vida.

Cuidado con la hoguera que enciendes contra tu enemigo, no sea que te chamusques a ti mismo.

El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás.

Los vuelos naturales del espíritu humano no van de placer a placer sino de una esperanza a otra.

La esperanza no es ni realidad ni quimera. Es como los caminos de la Tierra: sobre la Tierra no había caminos; han sido hechos por el gran número de transeúntes.

Si exagerásemos nuestras alegrías, como hacemos con nuestras penas, nuestros problemas perderían importancia.

Hay quien ha venido al mundo para enamorarse de una sola mujer y, consecuentemente, no es probable que tropiece con ella.

Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias.

La mujer perdona las infidelidades, pero no las olvida. El hombre olvida las infidelidades, pero no las perdona.